lunes, 13 de abril de 2020

Día 30. Mis balconadas recelosas

De los aplausos para homenajear a los sanitarios a las caceroladas ...Bien pudiera pareceros, a tenor de mis arengas vespertinas de asomarnos a los balcones, que son ésos momentos festivos para mi. Tengo mis dudas. En mi casa, la única criatura que parece gozar con los balcones abiertos y las palmas es mi perrita que, nerviosa de contenta, va de uno a otro ladrándole a la sirena de la policía desde su altura protectora. Y sin mascarilla. Mi piso da a dos calles, la Peque se pone a aplaudir para una, y yo para otra, y así hacer más ruido, más corazón, más patria. Y la Pelu las reparte de manera alícuota.

Me explico: a esa hora de la tarde, la Peque se me viene un poco abajo. Desde un punto de vista biológico, es el tiempo en que ya nos queda poco cortisol en vena, y los cuerpos lo notan como la típica "bajona". Por otro lado, desde lo vivencial, es la hora en que bañábamos y preparábamos la cena a los niños -naturalmente hablando en plural impostado, yo sólo le leía cuentos al chiquitillo-, y ella, la Peque, más que yo, siente mucho mono, los echa mucho de menos. Se suma a todo ello lo vacías de mis dos calles, gente ya mayorcita poco dada a ese jolgorio vecinal de guitarras, armónicas y panderetas que vemos en la tele y en los wassapts. Y luego viene el telediario de las nueve, que tampoco es lo de la vida es bella. En fin...

Para más inri, como a ratos me pueden mis miedos, en los minutos de los aplausos, en vez de concentrarme en lo que es y compartir con la calle el homenaje a nuestros sanitarios, me dedico a mirar balcón por balcón, ventana por ventana, por ver si me falta alguien. Y si una tarde no veo al del primero C o a la viejita del segundo B, que parece delicada, ya empiezo a rebinar si será que ya han caído. Y no respiro tranquilo hasta que, al fin, los veo aparecer. ¿Manda huevos o no? Y si una tarde fría y lluviosa, de tantas que estamos teniendo, deciden quedarse a la candelita del brasero ya me pongo de los nervios y hasta me planteo llegarme a sus casas para interesarme. Soy tremendo, ya lo sé. Mi vecina de abajo, Antonia, sale siempre abrigada con un par de bufandas enrolladas al cuello. Y yo: "cualquier día de éstos...Veremos a ver..." Y la cosa es que mi interés no es tanto por ellos, por el hecho de que puedan haber enfermado, sino por el canguelo de tener al coronachino de vecino. La verdad, no he visto médico más cagao que yo. Y eso sí que no me pega, joer. ¡Me estoy cargando mis telómeros con tanta negatividad, eh Merceditas!

Bueno, pero enseguida se me pasa, me pongo a leer y a escuchar música hasta que a la Peque le dé por buscar una película de Netflix. A lo mejor esta noche cae una porno... ¡Estás tú bueno!

¡Enga, anda, vámonos pal balcón, a ver si esta tarde me falta alguno!

3 comentarios:

  1. Tienes que salir relajado a la balconada y disfrutar de lo poco que tienes hacia el exterior. Hasta tu hipocondria se va a hartar de ti y te va a abandonar y te quedaras a solas con lis sustos.

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  2. Mis caros amigos: tranquilidad. Las cosas no son tan dramáticas. El autor tiene licencia para dar trazos más gordos o más finos a determinados gestos, costumbres o caracteres. he exagerado un poco a conciencia, para resaltar más ese rasgo tan mío de la pusilanimidad. Besos.

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