Ya no es lo que era.
“He dado una caída mu grande”, me dice. Medio ciego por unas cataratas de
difícil operación y con 85 tacos a sus espaldas, no ha tenido más remedio que
someterse al cuidado de sus hijos y de su mujer. Mi mujer no me quiere ya,
Rivera, me comenta con frecuencia. ¿Por qué dices eso, me cachis ya? Porque no atiende
mis necesidades sexuales, me refriega a todas horas que soy un obsceno. Bueno,
hombre, lo intento reconfortar, ya sabes cómo son las mujeres para estas cosas,
no tienen tanto deseo ni tanta necesidad como nosotros, hay que comprenderlas,
¿no? Conociendo uno lo que este hombre ha sido en el hospital y viéndolo ahora siento
cierta pena, siento lástima.
Hoy se presenta en mi consulta en un carrito de ruedas, no se
atreve a caminar solo. Cada vez que viene lo encuentro más deteriorado. Mal
peinado, mal vestido, nada que ver con el viejo figurín de antaño. Pero no
pierde su humor ni su ingenio.”No hace falta que mire los análisis”, me reta.
“Debo de andar por una creatinina de 2 y una hemoglobina de 11,5, más o menos”.
Y le sigo la corriente. “Pues sí señor, tienes una creatinina de 1,8 y una
hemoglobina de 12 gr”. “Ole ahí mis cojones”, grita exaltado. “Cuidado hombre,
que no estamos solos”, le recrimino
señalando a dos estudiantas de medicina que me acompañan. “Perdón señoritas, se
me ha escapao”.
Me extraña que haya entrado solo en la consulta.
-Oye, ¿hoy vienes sólo?
-No, me ha traído mi Juanico, como siempre.
-¿Y por qué no entra?
-Le he dicho que espere fuera porque quiero contarte algo más
en secreto.
-¿Quieres que se
salgan las chicas?
-No, no, ¿qué va? Ni mucho menos. Su presencia aquí me
erotiza.
-Ya empezamos!…Venga cuéntame ya esa cosa tan particular.
-Mira, resulta que mi hijo, mi Juanico, sí. Resulta que me ha
comprado un aparato de esos que se pone uno en la barriga y que vibra, vibra y
vibra, y a fuerza de vibrar se pierde grasa.
-Pero , si tú no tienes barriga, hombre.
-Eso es por fuera, pero por dentro sí que tengo, y no me
gusta estar fondón. Bueno, a lo que iba, –Y se pone ahora pícaro, mirando a las
jóvenes- el caso es que he descubierto casi, casi sin querer que si me pongo el
aparato en mis partes me entra un desasosiego gustoso que me quedo medio
traspuesto.
Las estudiantes, rubicundez facial inmediata, no dan crédito
a lo que están oyendo. Supongo que espantadas estarán pensando cómo se pueden
decir esas cosas en una consulta médica, qué clase de médico permite tanta
confianza, cómo un paciente puede ser tan grosero, qué tiene que ver todo esto
con el pase de una visita médica…Y qué se yo cuántas cosas más.
-O sea que te masturbas con el aparato dichoso -corto yo
por lo sano y escandalizo aún más a las pobres chicas.
-Vaya, y con unos orgasmos de
escándalo. –Y se dispone el tío a contarnos detalles.
-Para, para, ya está, ya está. No querrás ruborizar a estas
criaturas inocentes.
-Vale. Bueno, Rivera, lo que quería contarte es que si esto
me perjudicará, estoy un poco asustado.
-Pero bueno, ¿cuántas veces lo haces?
-Todos los días. –Y ahora el que se espanta soy yo.
-¿Y cómo te sientes ?
-Mejor que nunca.
Entonces ya no puedo más y me
echo a reír a carcajada limpia.
-Amigo -le digo llorando de risa- me tienes que dar la marca
de ese aparato.
Y se nos pasa el tiempo de la consulta hartos de reír.
jajaja. La vegüenza perdida del todo! Seguro que las residentes alucinan cuando les toca contigo.
ResponderEliminarsencillamente, ME ENCANTA. Me gusta mucho como escribes, hAces sentir las cosas, bueno, no me se explicar. Bss. Roli
ResponderEliminarEa! ya tienen en teletienda otra prestación que ofrecer del dichoso cacharro, quizás la mejor. Tú a lo tuyo, entre lo "escatológico" y lo otro....¡To mu presiso! ¿O no?
ResponderEliminarMuchos besos, Conchi.