Mis detractores más íntimos me tachan de rácano. Me defiendo pensando y proclamando que soy económico, ponderado, razonable, virtuoso del medir y del gastar. Como mi amigo Sebas. Pero no cuela. Y lo malo de esta fama es que ya es irreversible en la convicción de los demás. Ya pudiera hacer yo un gasto realmente extraordinario y gustoso, ya reservara hoy mismo los vuelos a Nueva York, o a Buenos Aires, que tanto ansía mi Peque, para el verano que viene, ya me decidiera de una vez por todas a comprar ese terrenito de dehesa en santa Olalla (aunque fuera a medias con Jaime), ya me tirara el detalle de acristalar nuestro magnífico porche..., que nunca jamás ni mi mujer ni mi hija me iban a considerar un tío rumboso. Nunca. Seré rácano toda mi vida.
Clavado a mi madre, ¿qué se le va a hacer? "Ca uno es ca uno", decía el Guerra. Mi madre ocultaba su escuálida hacienda debajo del colchón de paja de su cama de matrimonio. Y sufría unos sustos tremendos cuando algún día, al meter la mano para asegurarse, no topaba con el bolso camuflado. Se conoce que con ocasión del ajetreo intenso del matrimoniar el dichoso tesoro se desplazaría por el somier nada más que para mortificarla. Cuando salía de viaje llevaba consigo el bolso con todo su capital. Compraba lo que a ella le parecía básico e imprescindible, comida, ropa, calzado, arreos de limpieza y poco más. Un día, en Córdoba, olvidó su botín en el asiento trasero de un taxi, y por poco se aflata. Obligó a mi Frasco, entonces con catorce o quince años, a superar la marca del Car Lewis haciendo cien metros curvos y empinados en menos de diez segundos, hasta dar con el taxista.
Nunca pudo mi padre meterse en alguna trampilla o negocio que no fuera el arrendamiento de algunas fanegas para melones o matalauva ofrecido por don José Carreira a un precio irrisorio, testimonial, cuando no gratuito. Incluso nuestra casa del pueblo la tuvo que comprar el señorito, y luego mi padre le fue pagando poco a poco. Yo creo que se murió don José y todavía quedaría por ahí alguna letra pendiente.
Las personas tenemos un código de conducta cuyos principales dígitos están escritos por la carga genética y por el poso de las vivencias. Ya hemos visto cuál es mi genética. En esto he salido a mi madre, ea. Y si nos metemos ahora con las vivencias no quiero ni acordarme de las estrecheces de todo tipo padecidas, eran otros tiempos, en la Capilla, cortijo donde me he criado, o en el seminario de Hornachuelos. De manera que disculpado. No soy responsable de mi racanería. Me ha venido impuesta, yo no la quería.
Hoy sábado sabadete, camisa limpia y...nada más, ha venido nuestra Meli a visitarnos. Me ha extrañado porque no hace tanto que nosotros estuvimos en su casa de Málaga y porque en tres días volveremos a vernos en el pueblo para la Semana Santa. Algo querrá, claro, esta gente nueva va muy delante de nosotros, y no se mueve de Málaga a Sevilla así como así, solo para ver a su papaito y a su mamaita. Y lo malo es que lo presiento, lo llevo barruntando varios días. Hace una semana que se ha comprado un coche nuevo y hace como que viene a enseñárnoslo. Pero me acuerdo que ya la madre, la Peque, (manos rotas donde las haya) le había insinuado a la hija, en una anterior visita, la certeza de un dinerito por nuestra parte. Más claro, el agua. Esta niña de 27 años, con su empleo fijo de profesora, su sueldo holgado, su buena vida en Málaga con su novio y todo, viene a distraerme 6000 euros de mi cartera. Y aunque le regateo para ver si se pueden quedar en 4000, madre e hija me abruman, "rácano, que eres un rácano, una hija sola que tienes y te vas a poner a rebajarle unos eurillos." Y me defiendo, a duras penas, "no son unos eurillos, son dos mil." Peor todavía se ponen. "Anda, anda, anda," salta la madre, "que un día de éstos te va a castigar Dios. Por mísero." Mi Meli tampoco se queda atrás "Papi, pero si tú te repones en la siguiente nómina, hombre..." Ya sabréis, de sobra, cómo ha acabado esta película. Y encima, sigo siendo un rácano.
Dejando a un lado estas pequeñas miserias mías, quiero hoy compartir con vosotros la satisfacción tan enorme que nos embarga a la Peque y a mí viendo la trayectoria personal y profesional de nuestra única hija. Aunque sé que ella va a leer esto y no me gustaría que se sintiese demasiado adulada, para que no se crea nunca la divina, no tengo más remedio que soltarlo. Pero es más, creo que deberíamos expresar nuestros sentimientos a la gente que queremos mucho más de lo que solemos hacerlo. Es necesario, creo, despojarnos de la vergüenza tonta que puede producirnos, casi por pudor, el decirle a una hija que la queremos mucho y que estamos orgullosos de ella, o viceversa, que ella lo exprese con nosotros. Recuerdo que cuando murió mi madre me reproché mucho el no haberme mostrado con ella todo lo cariñoso que yo soy en cada una de las ocasiones que estuve a su lado, siendo ya adulto. Tenía que haberle dado más besos, más achuchones, más te quieros. Se supone que los padres, las madres, los hijos, las parejas, los amigos...se quieren y no hay necesidad de explicitarlo a diario. No es así. Contri más, mejor, como dicen los granadinos. Y procuro no cometer el mismo error con mi padre. Otro día os hablaré de él.
Hemos salido, la Meli y yo, esta mañana a hacer algunas gestiones por Sevilla. Me ha llenado la cabeza con sus actividades en el instituto. Está muy ilusionada con los cafres que tiene por alumnos. No le importa. Me entera de que más de la mitad de su clase son niños y adolescentes gitanos, marroquíes y sudamericanos. Que los gitanos son materia imposible, que se pasan el rato cantando flamenquito y haciendo palmas y que sus padres nunca se interesan por recibir información de los profesores y ni siquiera van a recoger las notas. Pasan de todo esto. Que los marroquíes y los sudamericanos, sin embargo, son muy responsables y se comportan como gente que sabe que está aquí para aprovechar esta oportunidad de formarse y educarse como Dios,(o como Alá) manda. Y se ofusca hablándome de los profesores, sus compañeros, que se escaquean. Es algo que no soporta. Siendo ella la última mona del colegio se enfrenta con ellos para afearles su conducta y para recordarles que no pueden seguir alimentando la mala fama del funcionariado.
Hoy sigo siendo un tío rácano, sí, pero no quepo en mí de satisfacción.
No es racaneria es austeridad, queda mejor y además el gobierno la ha puesto de moda.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo en cuanto a la bondad de expresar los sentimientos a los seres queridos, lamentablemente lo practico menos de lo que debería.
Un abrazo y sigue entreteniendonos y formandonos-
SIENTO DECIRTE QUE EL APODO YA SE TE QUEDO..,,,HIJO, ES QUE HACES MUCHOS MERITOS, AUNQUE AL FINAL SIEMPRE TRANSIGES; BUENO, SIEMPRE NO, MI TRABAJITO ME CUESTA.
ResponderEliminarJose Maria, por unos momentos pense que le ibas a pagar el coche enterito, si al final será todo para ella. Yo se lo regalaría. ¡Carmen insiste! estoy contigo y tu madre, ¡Claro!
ResponderEliminarNo te enfades conmigo
Besos Pilar