lunes, 6 de abril de 2015

Lucas

Sería incontrolable pecado de abuelidad si  yo dijera que mi nieto, Lucas, es el bebé más guapo del mundo, el pepón más hermoso, el niño más simpático. Aún así -sabiendo que es pasión perdonable-, hoy me voy a permitir saltarme a la piola la debida prudencia, el justiprecio, la cordura y la templanza para proclamar a los cuatro vientos que mi Lucas es la preciosidad más preciosa del Universo.
Sólo tiene 5 meses y medio. Ya conoce a las personas, mira con intención y viveza, se ríe a carcajadas, sabe su nombre, parlotea a su manera, agarra las cosas con fuerza inusitada, llora sin lágrimas cuando quiere conseguir algo... En fin, no me voy a poner meloso. Muchos de vosotros sois abuelos.
Me ocurre en ocasiones que -impostando la función paterna- me imagino tiempos próximos en los que deberé educarlo en los valores en que nosotros, los de nuestra generación, hemos crecido: el aprecio por la amistad, la solidaridad, la filantropía, la decencia y la honestidad; el esfuerzo por conseguir objetivos por encima de la comodidad y el lucro; la importancia de una vida sana -nuestro mens sana in córpore sano-; el menosprecio por la ostentación y la opulencia; el alejamiento de cualquier tipo de fanatismo... Tonterías, luego, cuando lo veo, sólo tengo sentidos para disfrutarlo.

Miradlo y decidme si me falta razón.



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