Paseando este pasado miércoles por la Feria -es preceptivo disfrutarla al menos un día- se me vino a la cabeza aquella repetida cantinela de nuestros curas del seminario acerca de los tres grandes enemigos del alma: Mundo, Demonio y Carne. Que a la postre se resumían en uno solo: la Carne. La Carne güena. De justicia es reconocer que en la Feria puedes toparte con todos ellos. Yo, la verdad, al Demonio no lo vi, como no fuera un mimo verdoso de cuernos y rabo haciendo de cabra loca en medio de la calle Asunción. Pero Mundo y Carne... a porrillos.
Conste desde el primer momento que acepto la severidad y rectitud de aquellos nuestros curas para meter en vereda a trescientos adolescentes virilmente hormonados. Conste, asimismo, que eran otros tiempos, que las decisiones y recomendaciones espirituales y de cualquier otra índole no podemos analizarlas con nuestros criterios de hoy. Conste también que en mi corazón caben muchísimas cosas, sobre todo gratitud... Muchos sentimientos pero nada de rencor.
Pese a todo ¡qué equivocados!. Ahora, con nuestros años encima, uno lleva tiempo entendiendo que los pobres Mundo, Demonio y Carne eran simples excusas disuasorias para almas limpias e imberbes, cabezas de turco que tapaban los verdaderos pecados de verdad, los cometidos por gente de misa de doce de domingo pero faltando a la más elemental Caridad cristiana.
No, el Mundo no es ocasión de pecado. No necesariamente. No es sólo Carne. El mundo es un espacio lleno de criaturas del Señor, criaturas que son las que lo hacen bueno, regular o malo. No tenemos que huir ni aislarnos del mundo. Al contrario, debemos ser Mundo, hacer Mundo. Y para ello hay que entrar en harina, conocer los problemas de la gente, ser sensibles a ellos y aportar cada cual soluciones en la medida de sus posibilidades. Hacer Mundo es saber ser solidarios, justos y también caritativos, porque la Caridad llega allí donde no alcanza la Justicia. Es luchar por la Equidad y la más justa distribución de la riqueza. Qué bonito sería, mi querido rector, considerar al Mundo como ocasión de virtud, de mirar por él y por las personas, de cuidarlo y mantenerlo para disfrute propio y de las futuras generaciones. Un Mundo ideal, vale, pero ilusionante.
Si os parece, amigos lectores, pasamos olímpicamente del Demonio, porque el Demonio, sencillamente, no existe. Podemos aceptar, sin ambajes, que ha sido un invento represivo de la Iglesia. De acuerdo.
¿Y la Carne? Amigo, ésa sí que existe. En la feria y en la calle. Hoy mismo, sábado de Feria, solo en casa por imperativo laboral de la Peque, he salido a un echar un bicheo. Más que nada para eso, pa ver carne. Pero ha empezado a chispear y me he vuelto. Pero, hombre, la Carne es un disfrute que graciosamente nos da nuestro Señor. ¿Por qué renegar de ella?, ¿por qué tanta prohibición, tanta persecución, tanto castigo eterno, tanta postrimería de la vida? Os lo digo en serio, a mi edad la carne, bien entendida, ya no me incita como antaño al pecado, a la pasión o al deseo. Simplemente me alegra la vista y la vida. Me reconforta apreciar que la vida sigue siempre joven y eterna, y que qué bonito es todo lo que es nuevo.
Imposible, recordados curas de entonces, luchar contra la naturaleza: nos la meneábamos en los wáteres del patio no porque fuéramos unos demonios sino porque teníamos catorce años, acechábamos a Isabelita fregando con aljofifa las escaleras "cuerpo a tierra" no por obsesos -que también- sino por adolescentes ávidos de emociones sexuales, fuimos a ver a hurtadillas el "Graduado" no por ser indisciplinados y desobedientes sino para ver en la cama medio desnuda a la señora Robinson, que estaba güenísima, y le cogimos una envidia al Dustin Hoffman... Vimos luego, ya mocitos, "El amor del capitán Brando" para embelesarnos con las tetas de Ana Belén, las primeras tetas del cine, así de simple. En fin, que sí, que ustedes llevaban razón, que en las vacaciones de verano las amigas de nuestras hermanas acudían a nuestra casa como moscas a la miel a tener palique con nosotros. ¿Y qué?
La maldad no está en el cuerpo, no está desde luego en el corazón, ni mucho menos en los genitales. No sé dónde se genera ni está en mi ánimo averiguarlo. Pero ahora considero que el ojo divino, ese gran ojo triangular de nuestro Dios Padre, ese ojo que aún siendo único es a la vez omnipotente, omnipresente y omnisciente, ha llorado por la expulsión de muchachos sin beca, ha sentido pena por el castigo a un seminarista hambriento que sustrae dos magdalenas del comedor de los curas, ha derramado lágrimas amargas de impotencia ante un guantazo cobarde, se ha compadecido de la atrición cruel sufrida por nuestras horrendas faltas, la condenación eterna, la fatal eventualidad de morir de madrugada en pecado mortal..., ha sufrido por ello mucho más que por catorce pajillas semanales, dos por día, una cada doce horas, como los antibióticos.
Hoy y siempre, mis queridos curas de antaño, los tres grandísimos enemigos del Alma son, a mi entender, la Codicia, el Dinero y la Soberbia. Y de estas cosas, por desgracia, la Iglesia no anda mal despachada.
Sin ánimo de ofender.
En este escrito te noto más profundo, la verdad es que ha cambiado mucho la vida y la forma de verla claro que allí nos la inculcaban de otra forma y algunos salimos un poco " tarados " y tardamos un poco en adastarnos a esta mundo real.
ResponderEliminarQue buen sermon dominical se han perdido tus imaginarias feligresas. Interesante reflexion. Un abrazo
ResponderEliminarMuy buen articulo, como todos lo tuyos Rivera.
ResponderEliminarUna pequeña puntualización, las primeras tetas que aparecen en el cine comercial español son las de Fiorella Faltoyano, en la Celestina de Cesar Fdez. de Ardavin de 1969, El amor del capitán Brando es de 1974.
De acuerdo Francisco César. No soy un cinéfilo y es correctísima tu apreciación. Pero, bueno, no me vas a comparar las tetas de una con las de la otra, eh.
ResponderEliminarEn 1969 acabábamos de aterrizar en san Pelagio y ya tuvimos bastante ración con el Graduado.
Un abrazo.
Pues no se si recordaras que en Los Ángeles nos proyectaron Ninotchka, aunque eso si, Don Pedro colocó su mano para que no viéramos un casto entre la Garbo y el otro pavo, también, con animo de convertirnos pudimos ver una de Jose Antonio de la Loma "Un Mundo para mi"que para nuestras mentes vírgenes debió de resultar totalmente incomprensible.
ResponderEliminarYo vi el Graduado en Irun y para mi fue un autentico deslumbramiento, que piernas las de Anne Bancroft, me recuerdo melancólico después de aquella pelicula.
un abrazo
De acuerdo en todo, querido José María. Me gusta tu análisis y condescendencia, fruto de tu gran corazón. La verdad es que eran otros tiempos. El "sexto" era el único pecado que existía. Así les fue cuando levantaron la veda. Pero yo, como tú, me quedo con lo positivo. Nada más que por haber convivido con vosotros mereció la pena aquellos años.
ResponderEliminarUn abrazo.
Recuerdo muy vagamente Ninotchka, pero la imagen de tapar o velar con la mano o con una cuartilla alguna escena "dudosa" era cosa habitual. En cuarto, ya mayorcitos y crecidos en nuestra veteranía, hasta nos atrevíamos a chiflarle a don Pedro cuando tapaba algo. Como en los cines de los pueblos. Sin embargo, "Un mundo para mí" sí que lo recuerdo mucho mejor. Creo que eran historias de seminaristas, como nosotros, y que se rodó en el seminario de Pilas.
ResponderEliminarEn cuanto al Bronco, sólo diré una cosa: eres un tío grande, Antonio. Grande en todo.
Abrazos para los dos y para todos.