lunes, 23 de noviembre de 2020

Un hombre bueno en el disparadero

 El doctor Simón


Pocos, muy pocos personajes públicos han concitado hacia sí tanto enfrentamiento cainita  entre nosotros, la canallesca, como mi admirado don Fernando Simón. Y digo admirado, porque pondero muy alto el valor de la templanza como virtud capital. No quiero entrar en consideraciones acerca de su idoneidad para el puesto que le ha sido encomendado en esta pandemia que nos aflige. No estoy preparado para ese menester. Creo, sin embargo, que su currículum le avala, ya que no los datos estadísticos. Pero ¿qué epidemiólogo está saliendo airoso en este cataclismo? ¿A quién le sonríen los hados? Siento, sí, admiración por él, pero también lástima: se ha convertido en la diana fácil y receptiva de muchos dardos venenosos. Yo, sin embargo, de tan acostumbrado a verlo aguantar, estoico, tanto vilipendio, ahora, con el recorte de su leonina pelambrera y de sus cejas de cepillo, lo encuentro hasta guapo. Simón guapo, ¡pedazo de oxímoron!

A lo que voy: hace unos días hizo unas declaraciones en la televisión. Las he  escuchado varias veces. No hablo de oídas. Lo he visto con mis propios ojos (ahora, un pleonasmo; hoy estoy que me salgo). Y lo que dijo posee certezas absolutas. Lo firmo. Vino a decir el hombre, con sus formas sencillas y humildes, que todos debemos tener cuidado, ser responsables en nuestra movilidad y salidas; incluidos los médicos cuando hacen vida fuera del hospital...

Y se armó el follón. Queremos transparencia en los mensajes, y, sin embargo, cuando nos la ofrecen sin tapujos ponemos el grito en el cielo... "¡Mejor que se quede calladito!!!", protestan algunos. ¿En qué quedamos? Si no habla, ocultismo; y si lo hace... Este hombre, más que ningún otro, más incluso que el presidente del gobierno, ha de medir al milímetro sus palabras. No sea que alguien se sienta ofendido; no sea que las enfermeras protesten por un chiste malo; no sea que los confinados le refreguemos tres días de descanso en Portugal; no sea que ahora los médicos lo excomulguen; no sea que...

Admito que al colectivo sanitario, tan cruelmente castigado en la primera ola por falta de protección, se le revuelvan las tripas. Sí. Lo comprendo. Pero lo de la Asociación de Colegios de Médicos Españoles es de risa, vaya. En menos de 24 horas desde las declaraciones televisivas de Simón, ya había acordado un manifiesto conjunto exigiendo la sustitución inmediata del doctor Simón "por su mantenida incapacidad"... Cincuenta colegios de médicos se ponen de acuerdo en el curso de un sólo día para colocar a mi Simón en el disparadero. Increíble. O bien no es verdad que ese manifiesto sea realmente representativo, o bien lo tenían ya preparado de antemano para soltarlo a la menor ocasión. A mí, desde luego, no me representan.

Soy médico y me considero persona responsable. Pues aún así, he asistido a reuniones familiares de muchas personas en los días previos al confinamiento, y a media boda (solo la parte eclesiástica). Y conozco a médicos, igualmente responsables, que incluso sabiéndose potenciales portadores por estar en activo, han asistido a eventos sociales. Somos criaturas los sanitarios, y podemos equivocarnos también. No somos espíritus puros. En ocasiones, determinadas presiones familiares o sociales nos condicionan en demasía y caemos en la tentación. O simplemente, puede que alguien, muy machacado por la presión del trabajo, tenga necesidad de determinado desahogo en un momento determinado. Lo reconocemos y ya está. Yo no me siento traicionado por nadie que salga en público a decirme que tenga cuidado, que de mi conducta puede depender la salud y la vida de mis compañeros o de mis familiares. Así lo veo.

Bueno, queridos, que haya paz. Me duele, ciertamente, mi convicción de que detrás de todas estas acusaciones y menosprecios al doctor Simón, más que pruebas, datos y evidencias en su contra -que también los hay, no digo que no-, subyace un rechazo emocional, irracional, ideológico. Y me duele aún más pensar que, a la inversa, si el doctor Simón estuviese trabajando al servicio de un gobierno del PP, por ejemplo, aquéllos que hoy tan cruelmente lo tachan de inepto procurarían taparle sus vergüenzas como gajes del oficio; y yo, que hoy ejerzo de abogado defensor, acaso fuese un fiscal intransigente que lo acusa de falso profeta. No sé... Me desconcierta un poco este sentir nuestro tan hispano: razonamos con el corazón, no con el cerebro; no escuchamos argumentos, sino consignas. Nuestra verdad es la única posible.  Y yo mismo debo aplicarme el cuento. 

Ofú, con la política. Puedo prometer y prometo que nunca más volveré a pasar hambre... Jajaja.



7 comentarios:

  1. Me ha cogido tu mensaje en el pirateo vil.
    El corporativismo siempre me ha parecido un cáncer social. Hay que andar con cuidado por no dañar el fino tejido de la sensibilidad de cualquier colectivo.
    Creo que sería una buena solución el hacer algunos cambios en la cuestión de las profesiones. No se debería dar ningún título que llevara el nombre del poseedor. El título se debe dar a los conocimientos, destrezas, habilidades, capacidades, etc que una persona tiene en ese momento. Si dentro de una tiempo, ha perdido algunas de esas capacidades, debería dedicarse a otra cosa.
    Por ejemplo hoy he demostrado mi validez para ser abogado, pero dentro de unos años no me he renovado, no tengo capacidades. Pues bueno, la sociedad me recoloca y el lugar lo ocupa otro que en ese momento este más apto.
    Bueno al lo mejor es una tontería de las mías, pero pienso que un buena dosis de precariedad, nos vendría a todos muy bien.

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    1. Jajaja. Eres único Ardino. Y además, estoy de acuerdo contigo. Sólo que no defiendo a Simón por ser de mi gremio, sino por su valía en bondad y templanza. Ni siquiera puedo defenderlo como epidemiólogo porque no lo conozco tanto como para eso. El valor, como en la mili, se le presupone. Un abrazo.

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  2. Que valores, juzgar sería sobrepasarse, un gran profesional a tu admirado Fernando Simón me parece muy bien.

    A él y a Illa les hemos visto dar la cara en todo este tinglado de la Falsemia.
    Sin entrar a opinar sobre el papelón que les ha tocado jugar, yo sigo sin entender nada.
    Ni el equipo de expertos sin nombre, ni la falta de atención a las medidas propuestas por los médicos implicados en la pandemia, ni los infames recortes de las libertades públicas, a mi juicio injustificados, imponiendo mascarillas, amenazándonos con la obligatoriedad de la vacunación, y para rematar recreando el tribunal fascista de desinformación.

    Si algo tengo que reprochar a tu admirado amigo y a Illa es que se hayan apuntado a toda esta macabra y autoritaria fechoría del actual gobierno sin protestar, siguiendo el guión de acobardar a la población y privarla de su dignidad y libertades.

    Perdona que me mantenga como librepensador cuando el Pensamiento Único sólo produce horrores.

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    1. Pedro, nada que perdonarte.Al contrario, agradecer tus aportaciones, manque no comulgue con algunas. Un abrazo.

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  3. Yo solo quiero confesar que no me metería en su pellejo ni por todo el oro del mundo

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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