martes, 17 de noviembre de 2020

Pintor Zurbarán 7, 1º- A

Vivimos en ese piso durante seis años, desde 1977 a 1983. En los cuales puedo calcular un acumulativo de veinte días totales en que pudiéramos gozar de una absoluta intimidad de pareja. Aquello era una pensión. Juntos, o por periodos separados, allí vivieron con nosotros Pilar, mi Manolo, mi Frasco, la Miki... Y si, por una bendición divina o algún alineamiento planetario, coincidían todos fuera, siempre habría algún paisano acompañante de algún familiar ingresado en el hospital que viniera a nuestra casa a ducharse, a comer o a dormir. Ha sido siempre nuestra servidumbre. Y no precisamente gracias a mi hospitalidad, sino al enorme corazón de la Peque. (De alguna manera tengo que ir haciéndole la rosca para que luego no saque tan rápido las tijeras de su censura).

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Un domingo de noviembre del 77 invité a cenar en nuestro piso a unos amigos de la facultad. Tres de ellos, de Puente Genil, y el otro, de Cabra. Nada del otro jueves, nuestra casa fue pesebre para mucha gente. Cuando no era el Pintor, era Alejandro, Carmen Tirado, Antonio Fernández y Pepa, o Choni y Paco, mismamente. Esa noche, además -y era la excusa-, televisaban un Real Madrid-Betis, y el piso de mis amigos no tenía tele. "Vemos el partido en mi casa" -les había anunciado días antes. Naturalmente, yo los tenía por madridistas. La Peque estaba impresionante de guapa y de apañá, solícita y cariñosa con todos ellos. No recuerdo qué  preparó de cena, pero en aquellos tiempos del mal comer estudiantil les pareció a todos gloria bendita. Nos habíamos casado el día de los Santos, apenas veinte días antes, y el piso se encontraba escamondado de limpio y de ordenado. Mi hermano Manolo y nuestra amiga Pilar, inquilinos a perpetuidad, habían colaborado en la intendencia para impresionar aún más a mis amigos.

Todo perfecto. En la sobremesa, ya bien entrada la segunda parte del partido, el Madrid ganaba cómodamente por 3-0. Miel sobre hojuelas. En esto, que se produjo una jugada dudosa en el área, y los béticos piden penalty de Stielike sobre Hugo Cabeza. Y como quiera que el árbitro no lo concediera, empezó el cachondeito del personal, lo de siempre, que si favoritismo, que si así gana el Madrid... Y a mí, que los creía merengones, comenzó a agriárseme la sopa de marisco, tío.  "¿Pero no se dan cuenta de que faltan diez minutos escasos, y ya no hay ná que rascar?"... -me reconcomía por dentro. Inconscientes y socarrones, siguieron con la cantinela sin apercibirse de mi sangre rehervida. ¡Joder, es que ya hasta se cabreaban con cada falta que pitaba el trencilla contra el Betis! Y se levantaban y hacían de aspavientos y de llevarse las manos a la cabeza. "¡Atraco, un atraco"! -se quejaba el suavón de José Antonio Morillo, un muchacho noble que no piaba jamás.

Perdí los papeles. De pronto me entró por el cuerpo un ataque de los de mi padre: un ataque de genio. "¿Para esto os invito a mi casa?... ¿Pa cabrearme de mala manera?"... Y ya totalmente fuera de mí: "A la puta calle"... Y los despaché furibundo.

Mi Manolo, Pilar y la Peque ni intentaron apaciguarme porque me conocían y sabían que era mejor dejar los humos a mi bola. Son dos o tres minutos, y enseguida me arrepiento. Pero ya estaba hecho. Ni siquiera pude disfrutar del cuarto gol del Madrid, un cabezazo de Santillana. Una velada estropeada por el fútbol. Acaso desde entonces empezó mi aversión a ver los partidos del Madrid en directo. Para no perder el control. Quizás.

-¡Hay que ver lo singrasia que te pones cuando te enritas! -ha sido siempre una sentencia de la Peque.

-Pero, Peque, ¿se puede uno enritar con gracia? 


Hace cuarenta años que no he vuelto a ver a ninguno de estos amigos, pero sé que me siguen queriendo. 







 

8 comentarios:

  1. Te seguirán queriendo, pero seguramente no querrán ver más partidos de fútbol contigo.
    A mi casa ha venido gente a muchas cosas pero a ver fútbol nunca.
    Mi suegro es merengón, como tú y mi hermano, ya difunto, lo fue hasta el final. Los he visto a los dos tan solos en su desgracia que hasta me daban pena. En cambio los aficionados del Barça que conozco parecen chiquillos de festeros y alegres que se ponen cuando gana su equipo.
    Yo, ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señora, que es del Barça.
    Me pregunto si al Real Madrid no le estará pasando factura tanta grandeza y prepotencia de otros tiempos.
    Lo del favoritismo arbitral al Madrid levantaba llagas por el afecto que recibía del franquismo, pero todos sabíamos que era un gran equipo y queríamos que ganará en Europa.
    No me enrollo más, no vaya a ser que te enrites y me expulses de tu blog por singrasioso.
    Un abrazo con merengue.

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    1. Jajaja. Con los años todo mengua, todo cuelga, incluso el ardor merengue. Ya soy una persona normal. Un abrazo.

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  2. Ah pero era por eso por lo que no veías los partidos en directo? Yo creía que era por el nerviosismo y las “palpitaciones “ consecuentes. No te imagino cabreado hasta ese punto. Que lastima que entonces los móviles no estaban al uso y algún indiscreto hubiera recogido ese ataque de autoridad.

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    1. No, no. No veo los partidos por el nerviosismo. Lo del cabreo es una hipótesis de donde pudo comenzar todo.

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  3. Seguro que te quieren, como tb lo hago yo. Pero se puede ser más "singracia" que ser del R de Madrid? Por lo menos se te agriaria la sopa de mariscos 😂😂😂

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    1. Uno de los invitados esa noche que tuvo que salir por pies fue tu paisano Andrés Ruz. jajaja

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  4. Amigo José María veo que aquí hay mucho antimerengue. No voy a echarte un cable porque sé que tú te bastas...
    Es muy fácil afirmar que era el equipo del régimen, menos mal que luego en democracia ha ganado más copas de Europa...jajaja!!!
    Y desde luego hemos disfrutado felizmente de muy buen futbol y de noches de gloria madridista. También hacen buen futbol otros equipos pero me gustan menos...
    Recibe un abrazo.

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    1. Un abrazo, Manolo. Todo lo que es excelente provoca envidias en las mentes que no alcanzan a entenderlo. No pasa nada. Ya no me cabreo. jajaja.

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