Se nos va noviembre. Mes de vivos y muertos; de santos y de condenados; de flores y recuerdos; de memento homine...; de Tenorios e Inéses; de palomas que, empapadas por la lluvia, retozan en el tejado de enfrente; del aceite nuevo; de castañas asadas y de dulses de convento... Mi mes favorito, el de mi suerte. Nací en noviembre; en noviembre me casé, y en noviembre saqué mi plaza de internista por oposición. No soy de loterías, pero cada año juego al cupón del 11 del 11 por si las moscas. Ya os avisaré si me toca. Y espero, también, morirme en noviembre. ¿Qué más da? Si hay que morirse escojo mi mes. Por eso, respiro un poco aliviado el último día de noviembre, como diciéndome "bueno, un año más por delante", como si no pudiese uno morirse cualquier día de cualquier mes... Cosas de la edad. Sería interesante ¿verdad? que las personas muriésemos el mismo mes de nuestro nacimiento. Tendríamos once meses de tranquilidad y de libre albedrío, y solamente un mes de encogimiento de tripa. Ni siquiera contravendría la palabra del Señor que dijo: "Velad y orad, porque no sabéis ni el día ni la hora". Pero del mes no dijo nada. Lo dejó así en el aire.
Y siguiendo con la parca, anotaré en mi testamento vital mi deseo de que en mi despedida hacia el Hades se me ponga de ambiente música de Simón y Garfunkel, y audios con los chistes más guarros del comandante Lara. Y alguno, de Joaquín.
No es que crea yo en los horóscopos y esas cosas esotéricas, no. Pero le gusta a uno reconocerse un poco en esos pronósticos. "Coño, que sí, que así soy yo"... Y más me agrada conocer que gente a la que aprecio y quiero también son de noviembre. Que me veo muchas cosas en común con ella, con esa gente. Menos con Tomás, que es muy cabezota. Es broma. De él me quedo con su empeño en la defensa de valores cívicos. Me gusta mucho compartir con Pilar su devoción por la vida sana. Comparto con Antonio su templanza, su tolerancia y su amor por nuestro oficio. Con Diego, su sencillez y bonhomía. Con Rafa, su prudente rojerío. De Salva aprecio para mí sus silencios y su senequismo, tan cordobeses ellos, y un poquito de su humor displicente. De Natividad, sus miedos y su interés por el aprendizaje. De Inés, quisiera -imposible quimera- su elegancia y belleza campera...Y de todos ellos -a los hombres me refiero-, la calentura que nos abrasa. ¿Y entonces vosotros, los privilegiados de noviembre, no tenéis ninguna rareza, ningún defectillo, ninguna manía?..., os preguntaréis. Pues, bueno, alguna cosa sí que habrá, pero hoy no es día de eso. Mañana, si acaso. Me fastidia, sin embargo, que ninguno sea del Madrid, joer.
Bueno. Lo mejor de despedir este noviembre será la esperanza de otro noviembre que llegará, virus mediante, libre de cualquier otro mal.
Amén.
Me moriré en Paris...tal vez un jueves, como es hoy de otoño. Nos decía Blas de Otero.
ResponderEliminarYo soy incapaz de hacer poesía con la muerte. Estoy afiliado a la vida. En mi lápida deberán poner: "Este me lo tuve que llevar, porque él no quería venirse. Fdo. El Padre Eterno"
Jajaja. ¿Cómo se va a morir uno en París de la misma manera que en Antequera o en Palenciana? Imposible, hombre. En mi lápida no pondrán nada, porque la Peque piensa achicharrarme, y arrojar al Genil mis cenizas.
EliminarLas cosas de la edad. La cita de Cesar Vallejo
ResponderEliminarLa música de Simon and Garfunkel ¿antes, después o durante los chistes guarros? Es broma. En realidad me parece una gran idea.
ResponderEliminarLa mía es que me dejen morir en un bosque yo solito para disfrutar mi despedida con la Madre Naturaleza.
Y, si es posible, que no vengan a por mi cadáver, que no quiero ceremonias, ni ocasionar gastos familiares inútiles cuando la Naturaleza se puede hacer cargo de todo sin quejas y gratis.
Sugerencia, si quieres estar rodeado de madridistas vete a Madrid, joer.
Y gracias por seguir compartiendo retazos de tu vida con gracia y simpatía.
Un abrazo.
Ardino, perdona que te corrija un detalle erróneo, seguramente por los despistes que acosan nuestra edad de veteranos.
ResponderEliminarMe moriré en Paris...
es una poesía de César Vallejo.
Lo de quedarte lo tienes difícil, aunque podrías intentar la momificación.
Cuando mi hermana me dijo si no me preocupaba morirme, le dije:
"Ya tengo escritas mis memorias, ¿para qué más?"
Un abrazo.
Lo siento Ardino, mi despiste ha sido no darme cuenta que ya habías comentado el error. Encima, habías dado la misma disculpa que he sugerido yo. A mí no me quedan excusas para tan evidente miopía.
ResponderEliminarQuizás, Pedro, no te lea Ardino. Ya me encargo yo de comentárselo. Es un lector empedernido que emplea todo su tiempo en la lectura, conversar a solas con la naturaleza y hacer el bien a los cercanos. No es mala cosa. Un abrazo.
EliminarNo lo dudo y además se ve que le gusta la poesía. La que comenta siempre me ha gustado.
ResponderEliminarAntes de comprar dos o tres libros de poesía y uno con dos novelas cortas de César Vallejo, escuché el poema "Masa" y me interesé por el autor. Luego fue "Los heraldos negros" su poesía que más me impactó. Como Bertolt Brecht, un poeta necesario.
Y en hablando de poesía, Pedro, me gustaría que, tú que puedes, le hicieras llegar a Antonio Roldán García mis fervientes felicitaciones por el legado literario y cultural que está dejando en Cabra y parte de la subbética. Hace unos días, tuve la ocasión de verlo y escucharlo en un audio que ha circulado por las redes. Un abrazo.
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