jueves, 21 de mayo de 2020

Las residencias de ancianos en la picota

Veremos a ver cómo salgo de ésta. Ahora me arrepiento de mi compromiso de hablaros de las residencias de ancianos. ¡Me cachis!... Me remitiré a aquel chiste sobre Adolfo Suárez, del "puedo prometer y prometo que no sé dónde me meto"... 

Muchos de los ancianos que habitan en las residencias son pluripatológicos y grandes dependientes, los llamados asistidos, es decir, golosinas para el virus glotón. En cualquier situación de epidemia por un agente infeccioso de alta contagiosidad los lugares más expuestos son siempre las residencias de ancianos y las guarderías. Y luego, los hospitales. Damos gracias al cielo de que este maldito virus se haya apiadado de nuestros pequeños, si no, las guarderías, y no las residencias, estarían en el candelero. Las residencias (más aún que las guarderías) constituyen un entorno de enorme vulnerabilidad por ser lugares cerrados, de aire espeso, fáciles al contagio, y que albergan a ancianos muy tocados, en fases avanzadas de trastornos somáticos o mentales. Carecen de homogeneidad en sus dueños o titulares, normativas y protocolos de actuación, y para colmo, muchas de ellas, aun con un muy buen nivel de auxiliares de clínica, siguen sufriendo de una mala ratio, no están medicalizadas, y los cuidados asistenciales quedan al buen hacer y disponibilidad de los médicos de cabecera, generalmente sobresaturados. Una realidad palmaria en términos antropológicos es que, en general, el anciano que vive en su domicilio goza de un mejor estado de salud y recibe una asistencia médica mejor que el que vive en una residencia. Sin entrar en otras valoraciones. En pocas palabras, esta pandemia está siendo un terremoto, y las residencias de ancianos, edificios con aluminosis. Más o menos. Esto es lo que hay, y esto es lo que, desgraciadamente, estamos viviendo. 

Los números acojonan, ya lo sabéis. Estadísticas que nos abruman. ¡Ah, la estadística! Para un servidor, proveniente de Letras, la estadística fue una materia cuasi mágica por lo inaccesible. Yo me aprendía de memoria la desviación estándar, la odds ratio y la regresión logarítmica, pero... ni idea. Mirad: de los 23.500 ancianos fallecidos en España por el virus, el 66% (17.800) se ha contagiado en una residencia de ancianos. En concreto, en Andalucía hemos sufrido 1.355 muertes en estos dos meses, de las cuales, 1.176 han sido en mayores de 65 años. Y de éstos, 515 lo han hecho en residencias, y 661 en otros sitios como sus domicilios u hospitales. La ratio es estratosférica: 1 muerto de cada 83 ancianos en residencias; 1 muerto de cada 2.000 ancianos fuera de las residencias. Ergo, está chupao, la culpa es de las residencias. Así funciona nuestro cerebro. Cualquier cosa que suceda ha de tener su causa, su responsable, su culpable, en última instancia. 

Pero las cosas suelen ser más complejas de lo que parece a primera vista. Que una correlación estadística sea positiva no implica necesariamente una relación causal. No se puede comparar lo igual con lo desigual. Las residencias de ancianos, como sabemos, concentran lo más granado de nuestra fragilidad como sociedad. No podemos hacer comparaciones entre unos ancianos jóvenes como es nuestro caso, que, cual Jordis Hurtados, vivimos aún con total autonomía y jovialidad, y la triste decrepitud que se respira en las residencias. Dicho esto con todos los respetos. Decía Juan Ramón Jiménez que la mejor garantía de salud y longevidad es la alegría. Sí que sería mucho más adecuado comparar la mortandad en las residencias en estos dos últimos meses con la del año pasado en el mismo periodo. Esto nos daría una aproximación al exceso de mortalidad que hemos tenido. Veréis: una investigadora, creo que gallega, ha realizado un estudio estadístico interesantísimo y muy clarificador a este respecto que hablamos. Mediante un modelo de regresión logística multivariante ha comprobado una relación hasta ahora desconocida entre mortandad por coronavirus y vacunación antigripal en las distintas provincias españolas, de manera que en aquellas regiones donde más se han vacunado los ancianos para la gripe más elevada ha sido la mortalidad por Covid. Y enseguida salen las conclusiones precipitadas: la vacuna de la gripe empeora el pronóstico del coronavirus. Y sale la doctora diciendo: no lo puedo afirmar ni negar. En estadística, una correlación positiva no implica siempre causalidad. Y añade: bien pudiera ser que la vacuna de la gripe al evitar la muerte de muchos ancianos los ponga luego en bandeja del afanoso Covid. ¿Os dais cuenta? 

Con todo, como ciudadanos críticos, seguro que pensamos en la conveniencia de una auditoría pública de las residencias de ancianos que analice datos de impacto en la salud de los inquilinos, tales como la densidad de ocupación, espacios comunes, ratio de cuidadores, alimentación, climatización, régimen de visitas, actividades recreativas, número de inspecciones... Pero no ahora, que se desnudan las posibles vergüenzas, sino mucho antes. Quizá con las residencias haya pasado algo parecido a lo de los hospitales: hemos necesitado al virus para destapar nuestras carencias. Para nuestra desgracia, cuando un servicio asistencial público se privatiza se convierte en negocio. Y ya se sabe: a más negocio, menos calidad.

Pues a pesar de todo ello, y manque solo sea por poner en valor el sacrificado esfuerzo de tanto cuidador, limpiadora, cocinera o incluso director, ignorados por todos, hoy quiero romper una lanza en pro de las residencias de ancianos. O por lo menos, no ponerlas en la picota. Me fastidia mucho que haya gente que acuse al gobierno tan alegremente de mala gestión de la crisis con la sola intención de desgastar y separar. Pues yo, en coherencia, no voy a seguir el mismo ejemplo acusando sin pruebas a tirios y troyanos de la mortalidad de los ancianos por culpa de la supuesta mala gestión de las residencias. Habrá de todo. Posiblemente, algunas no hayan estado a la altura, pero ¿quién lo ha estado?; otras, en precario, con trabajadores explotados, y los cuidados al mínimo, no digo que no. Igual que muchos de nuestros hospitales. Nos ha pillado el bicho míseros y avaros a unos, y desprevenidos a todos. Hace unos días, El País publicaba una columna: "los viejos, al matadero". No estoy de acuerdo. No hemos enviado a nuestros ancianos al matadero, no. Simplemente, el virus ha venido a por ellos. Y es cierto que no hemos sabido o podido protegerlos a tiempo. El tiempo, la precariedad de medios, el negocio y nuestra forma particular de ser se han conjurado en nuestra contra. No digo que no sea posible "hospitalizar" una residencia, algunas lo han conseguido, tengo constancia del excelente trabajo en las residencias de "Los Pedroches"; lo que me parece misión hercúlea es hacerlo con las cinco mil y pico que existen en España en un tiempo y con unos recursos de los que carecemos. La clave ha podido estar en evitar la entrada del virus. Una vez dentro, la masacre. Ha habido directores de residencias que en su día se anticiparon al estado de alarma y cerraron sus puertas a las visitas una semana antes, para enorme descontento de los familiares. Ha habido médicos y enfermeras que se han fajado hasta el cuello para medicalizar sobre la marcha algunas residencias. Se han salvado vidas. Tampoco olvidemos que los resultados de contagiosidad y muerte recogidos en las residencias de ancianos han sido, en muchos casos, fiel reflejo de lo ocurrido en la localidad donde asientan. 

Otra cuestión que debo aclarar ya es esta teoría que se ha difundido acerca de que los intensivistas se han visto obligados a hacer de Dios y "conceder" la vida según a quién, priorizando a un joven frente a un anciano porque no ha habido respiradores para todos. Es una idea tendenciosa. Aún cuando en ocasiones haya podido darse tal caso. Es posible, no lo negaré, que en Madrid y en Italia haya podido haber casos de verdadera "discriminación por razón de edad". En los hospitales de campaña, en las guerras, ha sido práctica común ante una desproporción enorme entre recursos disponibles y demanda. En las situaciones críticas vividas, es ético salvar a un joven de 25 años frente a un anciano de 90. Creo que esto lo entendemos todos. Y ha podido ocurrir, sí. Pero de siempre, los médicos aplicamos la razón de riesgo/beneficio y coste/beneficio a la hora de indicar un determinado tratamiento, mucho más si éste es limitado o muy costoso. De siempre, no ahora. En las UCIs no entra cualquiera, ni se intuba a cualquiera. La obstinación terapéutica no tiene fundamento ético y, además, es ilegal. Si un paciente tiene tal cúmulo y severidad de patologías que su esperanza de vida no da para más de tres meses o su calidad de vida es ínfima (y esto los médicos lo evalúan mediante una serie de tablas al respecto), llegado el caso de una eventual actuación invasiva se desestima, con la anuencia de los familiares. Aunque haya respiradores de sobra. Esto es una figura completamente ética y legal que se llama limitación de esfuerzo terapéutico. De manera que no, no lo creáis: a los viejos no los ha dejado nadie morirse. Sí que creo, y lo encuentro normal, que determinados pacientes muy mayores y con muy mala calidad de vida hayan sido retenidos en la residencia con cuidados paliativos al considerar que su estancia en el hospital en nada les favorecería, dado que no existe un tratamiento curativo para el Covid, y que de ninguna manera iban a ser sometidos a ventilación mecánica.

Bueno, hasta aquí, una parte ha sido ciencia, y otra, opinión, como os dije. Ahora os voy a lanzar una reflexión que no es ni una cosa ni otra, sino una especie de hipótesis de ficción. Ahí va: el verdadero exceso de muertes por culpa del Covid 19 lo conoceremos con precisión cuando salgan y se analicen los datos que proporcione el INE (seguramente el año próximo). Mi hipótesis es que una parte muy importante de los 17.820 ancianos fallecidos por Covid en las residencias hubiesen muerto de igual manera a lo largo de lo que queda de año sin el concurso del virus. De manera escalonada y gradual se los hubiese llevado el cáncer, el ictus, una gripe o una neumonía. No a todos, claro. Recordad que con independencia del Covid, en España mueren cada día 1.000 ancianos. Y que el que muere una vez en marzo no vuelve a morir de nuevo en octubre. Y que, por tanto, el Covid lo que ha hecho es agrupar los fallecimientos en un tiempo muy recortado, y desplazar a las otras causas de muerte habituales. Si mi teoría fuese cierta implica que en los meses que quedan de año morirán menos ancianos que de costumbre porque nadie puede morir dos veces, salvo san Lázaro de Betania, claro. Pero ésa es otra historia. 
Ya lo veremos.

Bueno, os prometo que el próximo artículo va a ser mucho más divertido. Sobre todo por el hecho tan esperado de que la fase 1 de desescalada nos ha traído el buen tiempo, y con él, la carne fresca en las calles. ¡No tengo arreglo!

9 comentarios:

  1. Pues al final te has empleado a fondo y te ha salido un excelente y didáctico artículo.
    Un abrazo

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  2. Lo del Covid ha puesto de manifiesto que aquello que debe considerarse servicio por ser un bien común (sanidad, educación, residencias de mayores...) no pueden ser convertido en negocio. Y gracias a que en lo que es objeto del bien común ha entrado el interés privado hay un país dividido en dos el del bien común y el del interés privado con sus escuelas, sus hospitales y residencias y lo que es peor, con políticas y políticos que las promueven. Y parecen irreconciliables. Una desgracia.

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  3. Te lo has currado. Hay que vonsiderar los ue han muerto del coronavirus ylis que jhan muerto con coronavirus
    Si creo que a las residencias o a buena parte si de les ha visto las verguenzas. El concepto de Muchas residencias esta anclado en los comienzos del S xx, como aoarcamientos de quienes esperan les llegue ls hora. Eso sin entrar en como muchas se han convertido en un gran negocio, con una falta de control tremendo. Pero
    Pero lo dicho buencurrado y fundamentado

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  4. No he querido entrar a saco por no disponer de toda la información pertinente, y no parecerme a los que acusan sin fundamento. He contactado con algunos médicos y directores de residencias públicas y concertadas, y me he llevado una muy buena impresión de cómo han trabajado y lo siguen haciendo.
    Gracias, muchachos.

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  5. En cuanto a lo que comenta mi amigo Pepe, es verdad pura y dura. Pero de no haber sido el Covid, hubiese sido otro agente, el caso es que somos así de sectarios, de polares, de cainitas. No tenemos apaño.

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  6. Completamente de acuerdo con Pepe Montes, (¡un saludo!)

    He leído que en un estudio sobre un grupo de militares yanquis vacunados de "influenza", (supongo que se refiere a gripe), se ha observado una incidencia de mortalidad de un 36% mayor que entre los soldados del mismo regimiento no vacunados.
    Vacunaos si así lo deseáis. Yo prefiero la cárcel.

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  7. Muy buenas, Pedro. No es Pepe Montes, es otro amigo Pepe (también ex seminarista).
    En cuanto a lo de la vacuna de la gripe no está claro. Ya veremos. En cualquier caso, nadie puede predecir el futuro, salvo los profetas. A día de hoy, la vacuna de la gripe ha causado muy pocos efectos secundarios en muy poca gente, y, sin embargo, ha salvado muchas vidas. El balance es clarísimamente positivo. De aquí en adelante, ya veremos. Un abrazo.

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