Aquel encuentro con Anguita en Bubión pasará a los anales de nuestra historia
particular de algunos amigos del seminario, y no sólo por el hecho ya memorable de haber
conocido al singular personaje, sino, además, por algo mucho más prosaico.
Llegaba yo
ese puente de Andalucía a Las Alpujarras de muy mala gana y peor humor -cosa
extraña porque disfruto de lo lindo cada vez que voy-, recién salido de una pequeña
intervención quirúrgica en mi vejiga. Todo había quedado en un susto que se había saldado con la dura factura de doce días de sonda urinaria, y,
por consiguiente, un par de semanas sin alivio de la concupiscencia, que nos
decían los curas. Hoy, dos semanas sin matrimoniar es lo más normal del mundo…
y hasta cuatro, si se le tercia a la parienta, pero en aquellos años… en dos
semanas se te ponía la leche aterroná en las vesículas seminales y no tenías
cuerpo para nada. De esa guisa aterrizaba yo en los dominios de nuestro amigo
Luna. No sé de qué manera tan ingeniosa se las arreglarían Antonio y Pilar para
alojarnos en su casa a seis parejas de amigos. Otra pareja más, Manolo Estepa y
María Jesús, hacían noche en una autocaravana de su propiedad. Dolorido y
encorvado, caminaba yo esa primera tarde por las terrazas y el huerto de los
anfitriones, aislado del mundo, áspero y huidizo, extraño para todos. “¿Qué le
pasa a éste?” -preguntaban las mujeres a la mía. “Acojonao que viene por todo
lo que le han hecho” -respondía con una mueca de despreocupación-, ya lo
conocéis”. “No, no, no -saltó Paqui con su sonrisita picarona-. Yo ya sé lo que
le pasa, ¡digo, si lo sé!"… Y se dirige enérgica a mi mujer: “Ahora mismo te
subes con él a vuestra habitación, y me lo pones al día. Y si no lo haces tú,
me lo subo yo”. Y de ese modo tan expeditivo acabaron mis penurias. Pero con
Toñi, no hubo necesidad de ningún concurso más. Semen retentum venenum est. Extraído el veneno, ya pude disfrutar a tope de mis amigos.
Inolvidable en nuestro imaginario colectivo la imagen de José Luis bailando al
calor de la chimenea con un pijama apretado, pantalón de cuello alto, marcando
paquete, seco como un junco, al estilo de Steve Urkel, y todos desternillados
de la risa.
La comitiva de Anguita, con un primo de Antonio, iba de paso y pararon a comer en la casa de Bubión el domingo, ya de regreso. Y quiso la casualidad que ese día se juntaran allí, sin competencia entre ellos, dos grandes califas: el califa rojo de Córdoba, y el califa verde de todas las Alpujarras. De Fernán Núñez. Salvando las lógicas distancias por sus respectivos roles en la sociedad, ambos -maestros escuela los dos- comparten muchas cosas, las que más, honestidad, decencia y compromiso. Si al uno lo admiramos por su inquebrantable rebeldía contra la opresión de los desfavorecidos y por su coherencia política y personal, el otro no le va a la zaga, al otro es que lo queremos por su carisma, por su capacidad conciliadora, por su enorme corazón, en fin, porque es nuestro amigo de siempre y para siempre.
Bueno, hoy sí que nos vamos al balcón. Lo digo con tiempo.
Creo que Cesar Manrique decía en una de sus coplas: "Que amigo de sus amigos, que señor para criados y parientes...(terminaba diciendo.Que león".
ResponderEliminarSer tu amigo es una bendición, una fiesta.
También admiro a Julio Anguita. DEP
Ya mismo podemos ir al bareto de las máquinitas. Pero antes deberemos de ver si vamos a la campaña del pistacho.
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