Anoche, en esa hora incierta en que uno no sabe si seguir con Netflix o irse al catre, me despabiló una llamada del móvil: era Lina. "Vamos a ver qué quiere ésta a estas horas..."
Desde que me jubilé, todo mi quehacer médico se reduce a temas relacionados con mis nietos, mi familia o mis amigos. O conmigo mismo y mis neuras. Que no es poco. Lo de mis neuras. Y con la cosa del confinamiento, y luego la cautela por no frecuentar mucho el centro de salud, las consultas telefónicas se me han multiplicado. No sólo no me disgusta, sino que es algo que agradezco por mantenerme con mi acostumbrada agilidad clínica.
Mis amigos y allegados (palabra tan de actualidad) conocen mis asuntos preferidos, que no son otros que aquéllos relacionados con los bajos, esto es, la escatología mundana. La divina, no. Yo debo de haberme quedado estancado en la fase anal del desarrollo: lo del caca, culo, pedo, pis. Otra explicación no le encuentro. Y, con mucho, quienes más me consultan por estos temas son mis amigas. Tengo unas amigas que son la releche de divertidas. Usaré con ellas nombres ficticios para no malbaratar su debido decoro.
"Sema, desde que me operé de las almorranas mis peos no son normales; es una cosa escandalosa, que yo misma me asusto de que se me vayan a soltar las costuras por dentro..." Esto es cosa de Cordi, una de mis amigas más antiguas y queridas. "Te lo cuento a ti, porque me da vergüenza decírselo a mi médico..."
"Oye Fili, que no zé lo que me paza, pero que llevo varios días que orino con dos chorros. Y me duele un montón." Me consultó Nanda, muy preocupada, hace ya unos meses. Y resultó que tenía un cálculo atrancado en la uretra, que le dividía el chorro en dos. Hasta que lo pudo expulsar. Como un garbanzo de Escacena, oye.
"Fili, de verdad, no puedo más: llevo una semana sin poder obrar. Por mucho que aprieto sólo me salen cacarrutas y el florón de mis almorranas. ¿Qué hago?" Así se lamentaba mi amiga Romi. Con un cambio en las yerbas medicinales que tomaba pude sacarla del apuro.
Pero estábamos con Lina. Anoche. Es tremenda esta mujer. Que resulta que hoy, a las doce del mediodía, le realizan una exploración endoscópica por sus bajos. No es una colonoscopia, "es por el otro agujero. Ya sabes... por donde chingo con mi hortelano". Tremenda. "Me hago cargo"-le digo. Y que el ginecólogo le había prescrito una cápsula que debía de colocarse ella en su vagina esta noche. "Bien, es un producto que sirve para dilatar el cuello uterino, y así resulta más fácil el paso del endoscopio" -le explico.
-Sí, ya, eso lo sé.
-¿Entonces?
-Pues que... Estoy pensando que va a ser pa ná. Porque soy muy meona, y la pastilla se me va a escapar con el chorro.
-No mujer. La pastilla te la introduces profunda en tu vagina, con tus dedos, y la dejas ahí tranquila, que ella sola se va disolviendo.
-Pero ¿y la orina?
-Mujer, la orina sale por otro sitio; no hay problema.
-Pero, entonces -y ahora ya me deja sin resuello-, ¿cuántos agujeros tenemos por ahí abajo?
-¿Será posible, Lina? Pues, tres: el ano, la vagina y la uretra, por Dios bendito.
-Pues ¿qué quieres que te diga? Yo me veo más que dos.
Y nos hartamos de reír. Pero vaya, que hay mujeres en las que la uretra termina en el borde inferior de la vagina, también es verdad; y podría ser el caso de nuestra amiga. Pa mear y no echar gota.
Un día menos para la vacuna...
Que te gusta la escatología bajera cabron. Tienes entretenidas a tos tus amigas 😆😆😆
ResponderEliminarJajaja. Sí. La verdad es que hoy hacía mucha falta un poquito de cachondeo para entretener a nuestra Caty querida.
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