martes, 27 de octubre de 2020

Abuelas, abuelos y otros personajillos

Enfrentado en solitario a la impostada severidad del abuelo, el niño Daniel -tres años en enero- espera, de pie y circunspecto, la pregunta que le va a llegar, con parecido temor al del reo que aguarda su sentencia. Ha sido advertido previamente que tendrá que responder con total sinceridad; que están solos en el despacho, y que nadie va a escuchar lo que diga. Y, por fin, el abuelo le suelta:

-Vamos a ver, Daniel, dime la verdad: ¿tú a quién quieres más, al abuelo u a la abuela?

Y al niño, de pronto, se le abre una sonrisa de desahogo, de satisfacción, de picardía. Como cuando en un examen oral frente al terrible "Collado" escuchas, nervioso, el enunciado de la temida pregunta: "Asta de Ammon y cuerpo geniculado: localización, funciones y relaciones",  y compruebas que te la sabes, que vas de sobrao, que le vayan dando al "Collado". ¡Uff, menos mal! Pues, lo mismo.

-¡Po a la abelaaaa! -responde, suficiente, con su media lengua. Como queriendo decir: "po vaya pregunta"...

Lucas, que ya tiene seis añitos recién cumplidos, siente un poquito más la vergüenza, el decoro, el quedar bien, como nos enseñaron nuestros padres, aquello de "a los dos iguales". Aún así, muchas veces se le escapa la bendita inocencia y responde que "yo, a la abuela también".

Pues claro, hombre. A la abuela. Como tiene que ser.

Mis amigas abuelas -tengo bastantes- son sesentonas la mar de presentables. Prendas, todas ellas. Como la Peque. Yo las veo más jóvenes y predispuestas que a nuestras madres de cuarentonas. ¿A que sí? Los que ya tenemos una edad recordamos, de jóvenes, encontrar poco atractivo en las mujeres maduras que envejecían dos o tres años en uno, y cuya única misión parecía ser la de traer hijos al mundo y criarlos. Que tampoco estuvo mal. Pero ahora, fijaos en las Mercedes, Anas, Pilares, Bego, Antonia, Mariki, Gracia, María Jesús, Paqui, Milagro, Victorias, Inés, María José, Araceli, Catalina, Natividad de San Juan Bautista... En fin, muchas, y todas, de muy buen ver y laborindiosas. Mujeres totales que han sido el alma de nuestras familias respectivas y que, cada una en su medida, han aportado su parte en la construcción de la vida que hoy disfrutamos. En el estricto sentido físico y estético, veo que las abuelas de hoy son más resultonas que las madres de nuestros tiempos; y las bisabuelas de hoy, más que nuestras abuelas.

En lo referente al cariño, las abuelas (las de hoy y las de ayer) cuentan con ese plus que les proporciona la genética, su dichoso cromosoma X de más. Por lo general, producen más ternura y apego que los abuelos, siempre pensando éstos en lo único, ya sabéis. Nosotros solo cuidamos las escasas neuronas supervivientes agazapadas todas en el "núcleo estriado", el que rige en los cataplines. Y otras pocas, en la sustancia nigra, para poder comer dulses sin temblor de manos. Las abuelas, sin embargo, atesoran los poquitos estrógenos que les van quedando bajo el manto cálido de su tejido adiposo. Por eso, cuanto más mullidita sea la abuela, más cariñosa. Vale, vale; no se me amontonen: la Peque es una excepción. Es una flaca tierna. Porque la tienen los médicos anti hormonada.

Y nos parece increíble que unos personajillos tan pequeños, tan inocentes y llegados tan tardíamente a nuestras vidas, puedan ocupar tanto sitio en nuestros corazones sensibles. Por el cariño tierno aguantamos sus caprichos, enjugamos sus rabietas y nos ponemos de su lado en nuestro interior en sus encontronazos con los padres. Nos queremos hacer como ellos. Parecernos a ellos. Sentir como ellos. Ser como ellos. Hace unos años, uno de vosotros, amigo desde Los Ángeles, se ufanaba de no llegar jamás a las sensiblerías que veía en los abuelos al uso. "Yo no caeré nunca en ese baboseo", decía. Me gustaría que lo vierais ahora con sus dos nietas, dos primores. Chorreones de baba.

Es una bendición ver el arrobo en la mirada de mis nietos hacia sus dos abuelas, cómo se les echan encima como si fuesen colchonetas hinchables, de qué manera se refugian en sus regazos para protegerse el uno del otro en sus peleíllas, cómo ellas consiguen camelarlos con historias antiguas y secretas para que se coman los macarrones y la fruta; y las caras de pillos y malvados (villanos, dicen ellos, de oírlo en los dibujitos) cuando juegan con nosotros, sus abuelos, a los piratas patapalo o a los superhéroes. Yo solo conocía a Superman, pero ahora me he tenido que aprender a Spider, Hulk, Capitán América, Hombre Araña, Ironman, Gokus y... Con mucha menos paciencia que las abuelas, yo me dejo ganar enseguida para librarme de ellos. Que te lo has creído: ahora te hacen tirarte al suelo para completar un puzle medio acabado. Y, sabiéndote derrotado, se te montan a caballo inocentes y despreocupados de tus caderitas, tan perjudicadas.

-Niños, dejad al abuelo, que ahora a ver quién lo levanta del suelo.

¡Qué lástima! ¡Con lo que uno ha sido! 

Es una bendición estar con los nietos, es verdad. Pero una horita corta ¿Vale?



 

7 comentarios:

  1. Ahhh, tiempos aquellos.
    Para mí han quedado en la lejanía. Ya se me han hecho mayores.

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  2. Yo tampoco vehía mu claro lo de empujar el carrito de mi primer nieto, pero en verdad te digo que ese carrito con mi nieto dentro hizo más kilometros que el samoso baúl de la Piquer. No hay rincón de Córdoba que no haya visitado y por supuesto, a la vez,documentado. No había cumplido un año y ya había estado varias veces y
    disfrtado entre las columnas de nuestra Mezquita/Catedral.
    Plaza del Potro, Santa Marina y su monumento a Manolete, pz. De las Tendillas etc.

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    1. Te creo. Eres un trota Córdoba. Por otra parte, también los nietos mayores tienen su aquél.

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  3. Mi madre decía: "un nieto (aquí hay una licencia, ella proclamaba nieta) a los sesenta hace la la ficha completa", y debe ser verdad.

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  4. Como echo de menos poder abrazarlos y besarlos, con sus 2 y 2 años y medio, porque como aclararnos sobre el potencial de contagiar que puedan tener. De las publicaciones que recuerdo ( Valle de Hebron, alguna de Corea) no pueden ser más contradictorias y me temo que profundizando en el tema siga estando más confundido.

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    1. Juan, nosotros los tenemos tan a la mano que somos núcleo familiar. Pero entiendo la preocupación en otros casos, claro. Un abrazo.

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