jueves, 15 de octubre de 2020

La cólera de Yahveh

Poco tiempo sideral, muy poco, apenas cien años largos, duró la alegría en aquel paraíso de ensueño. La joven pareja vivió de lujo en el Edén en donde nada les faltaba. Fruto de tanta dicha (y también de un exceso de refocilamiento), Eva quedó encinta de mellizos. A sus ciento y pico de años. No había entonces ecografías, pero Dios Nuestro Señor se lo chivateó a la mujer. "Son dos niños -le había dicho días atrás- Y les pondréis por nombres Caín y Abel".

Hete aquí, sin embargo, que un día el Señor nuestro Dios se presentó de visita sin previo aviso. A la hora de las magdalenas y el cafelito. Y se encontró a un hombre extraño que merendaba con Eva en una pose demasiado familiar, extrañamente íntima, ambos dos en pelota picada, no sé si me explico.

-¿Quién es este individuo? -pregunta el Señor a Eva, visiblemente molesto.

-¡Señor! -se arrodilla la mujer-. Perdónanos por no cumplir tu orden de no dejar entrar aquí a nadie, ni persona ni bestia, pero este hombre es un..., bueno, un amigo que me consuela cuando Adán se va por ahí de cacería. Y es un cansino. Ya sabe el Señor lo pesados que se ponen los hombres con estas cosas... A la serpiente, ni caso, Señor, pero este hombre es tan meloso...Y al final, he cedido. He pecado.

-¿Y qué habéis hecho con las hojas de higuera que os tapan las vergüenzas?

-Colgadas en el perchero de la entradita, Señor.

-Dime, hombrecillo, ¿cuál es tu nombre? -se encara Dios con él.

-Mi nombre es Eusebio, para servir a Dios y a usted...

-Es la misma cosa -responde áspero el Señor-. ¿Y qué haces aquí?

-Verá usted, señor, yo me gano el sustento vendiendo la miel que recolecto. Me llamo Eusebio Cruz, pero todos me dicen "El Sebi de la Miel". Y estaba aquí de tratos con esta buena mujer. -Y cuando el personaje se pone de pie para seguir educadamente la conversación, se le descuelga de la entrepierna un cacho gazapo hasta medio muslo que deja a nuestro Dios boquiabierto.

¡Ah, coño! -se le escapa el exabrupto a nuestro Señor Dios-. Ahora caigo...

Y se queda Dios cavilando si este hombre acaso hubiese pasado el tifus cuando chico, y que por ello se haya quedado tocado del ala de la concupiscencia. Como nos sucede a más de cuatro. Lo del tifus.

-Bueno, Eusebio... -cambia Dios nuestro Señor de tercio, por explorar otras cualidades del sujeto-. ¿Tú no serás de esos que votan al coletas, no?.

-¡Ni pensarlo, señor! Yo siempre a Santiago y cierra España -contesta la mar de ufano.

-Vale, menos mal -el tifus, seguro, se convence el Señor-. Pero estábamos en que ni miel ¡ni leche bendita! Dejé muy claro que la única condición para vuestra vida feliz aquí sería guardar el secreto de este sitio paradisíaco -le reprocha ahora el Señor a la mujer-. Y no sólo entra aquí un desconocido, sino que, además, de tratos carnales. Anda, cubrid de una vez vuestra desnudez, que presiento que Adán está al caer.

Al poco, regresó Adán, el hombre, algo malhumorado por no habérsele presentado ocasión de ciervo cornudo ni de cochino jabalí. Y ajeno a lo que allí se tramaba, se sorprendió gratamente al notar la presencia de su Dios. Y corrió a abrazarse a él con parecido alborozo al de un nieto al ver a su abuelo.

-No estoy para muchas alegrías, querido Adán -lo aparta Dios con cierta desgana-. Y no quiero extenderme. Ya Eva, tu mujer, te contará. Y haz el favor de taparte tú también tus cositas. Que vaya, vaya la que llevo hoy...

Y, sin terciar más palabras, llevándose la mano al cinto desenvainó el Señor una enorme espada flamígera con la que los amenazó. Es el protocolo divino cuando se tiene que amedrentar a alguien.

-Tenéis este finde para recoger bártulos y marcharos de aquí. Sin réplica -dijo Dios ahora encolerizado.

-¿Y a dónde iremos sin tu protección, oh divino Señor nuestro? -lloriquea la mujer.

-Os expulso a la dura meseta castellana. A segar el trigo con el sudor de vuestra frente.

-Mil perdones, Señor nuestro -tercia un Adán incrédulo por ignorancia del desaguisado-. ¿No podría ser por aquí más cerca, que está al llegar la campaña de las aceitunas?

-Negativo -responde el Señor haciendo un mohín con los labios fruncidos-. ¡A los campos de Castilla! ¡Polvo, sudor y hierro!

-¡Señor Dios misericordioso! -suplica Eva-. Mirad que estoy encinta de seis meses para siete. Y de mellizos.

Verlo pensado antes! -le reprocha secamente el Señor Dios.

Y se tuvieron que ir. Y muy despechado Yahveh por tanta desobediencia de sus más queridos, resolvió un mal día acabar con su paraíso. Y lo hizo a lo grande: cubrió de aguas toda Andalucía creando un nuevo mar al que llamó mar de Thetis, "para olvidar este fracaso de proyecto y borrar del mapa toda esta región de la faz de la tierra". ¡Qué pena! Y añadió un pensamiento funesto: "esto no es ná para cuando llegue lo del Diluvio Universal". Calculador y rencoroso, nuestro Señor Dios. 

Y en la yerma Castilla parió Eva a sus dos churumbeles. Crecieron éstos hasta hacerse grandes, y, llegado el momento, cometieron incesto consentido por Dios para así poder perpetuar la especie. Llegaron después otro hijo, Set, y varias hembras también. Y hubo muchas envidias entre ellos por el tema de la herencia y de la querencia marital con algunas de sus hermanas más jóvenes. Tanto, que, en un calentón, Caín se cargó a su hermano Abel, y ahí la familia ya se dividió para siempre: unos para un lado; otros para otro. Ni verse podían. A sus novecientos años, Adán y Eva murieron con la pena amarga de esa eterna confrontación entre hermanos y parientes. De ahí viene nuestro ancestral cainismo. 

"No me cuadra el por qué hice a los españoles tan obtusos -se lamenta el Señor Dios-. Tan fanáticos. Tan emberrenchinados"...


(Continuará)

 

6 comentarios:

  1. Un relato chisposo y ocurrente sobre sobre nuestros primeros padres, los primeros pobladores de la península Ibérica.
    En alguno punto amigo José María no estoy del todo de acuerdo, lo del pecado carnal incluida la hoja de parra, no estaba definido. Otra cosa era la manzana, eso si era un manjar prohibido.
    El otro día en el tanatorio no había pecados, solo resignación ante el hecho de ver en lo que queda la persona, cuando la máquina de la vida se para.
    Ni campesinos ni pescadores, solo la lucha por sobrevivir criando a los hijos en la posguerra, sin más ayudas que el sacrificio, la entrega, el trabajo sin horarios y el tesón.
    Luego llegaron los coches y las vacaciones, y se nos olvidó aquel desplante de la manzana, que hoy se nos está viniendo encima. No existe el tiempo, pero parece que se nos repite la historia y volvemos al principio, con la hoja de parra cubriendo nuestras vergüenzas.
    Un abrazo amigo.



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  2. He intentado, mi querido Juan, adaptar el relato creacionista a la realidad actual, a mi manera. Hoy no tienen cabida en nuestro mundo la serpiente tentadora ni la manzana golden. La carne, sin embargo, es un deseo pecaminoso imperecedero. Por otra parte, el pámpano me parece demasiado pequeño para tapar tan considerables vergüenzas como las nuestras. Un abrazo.

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  3. O sea que no fue manzana sino nabo lo que agarró Eva, así si entiende, donde va a parar, así suena más lógico y coherente, en fin que de aquellos polvos vinieron estos lodos. Muy bien explicado Fili.

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  4. Entre los apócrifo y la verdad, uno ya no distingue, cuales son unos y otros. Sin embargo se me vienen a la cabeza algunos interrogantes.
    ¿Pudo ser un problema de concupiscencia la expulsión?
    Si Yahvé cuando vio a Adán tan solitario y le creo la mujer. ¿Pudo escandalizarse ante el uso, aunque sea indebido, de los órganos gozadores y reproductivos?
    Es verdad que Jehová era un exclusivista y algo machista. (Padre, Hijo y Espíritu Santo), no se rodea de ninguna mujer, sólo algo con su madre, a la que tampoco trata con algodones. ¿Pudo tener un acceso de celos infinitos cuando percibió los goces del Sebi?
    Por otro lado, si toda la cuestión es asunto de la entrepierna, ¿Dónde encajamos el pecado original?
    ¿Puede ser Eva reo de delito, cuando sólo se dedicó a poner en activo, lo que Dios le había dado, teniendo en cuenta el total abandono de Adán para con esas partes pudendas?
    ¿Es posible que ni Dios mismo ni nosotros, hayamos evolucionado en todo lo relativo al goce carnal?
    En fin me dejas en un mar de dudas. Esperemos nuevos escritos que no vayan aclarando la cuestión.

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    1. Jajaja. Ardino, mis escritos son para distraer y disfrutar. No para enredos filosóficos y teológicos.

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  5. Y el Eusebio ¿qué?
    Los hijos de Eva a lo mejor no venían de los incestos de sus hijos con ella y de algún que otro esfuerzo intempestivo de Adán...
    Otra cosa es que hermanos y hermanas no tuvieran más remedio que sacrificarse para poblar la tierra.
    Puede que el Eusebio colaborara en la segunda generación también.
    Y, aparte de la recolección de la miel, ¿qué sabemos del Eusebio?, ¿qué se nos quiere ocultar de sus orígenes e influencias culturales?

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