domingo, 4 de octubre de 2020

Melones de Benamejí

 Hoy, día de san Francisco de Asís, va mi relato por mi melonero preferido y por todos los Pacos y Fraskis conocidos, que no son pocos. Va por vosotros.

Me temo que anteayer haya hecho acopio del último cargamento de melones. Ya estaban recogiendo la choza y los contenedores. Terminó la campaña. Lloviznaba en la fresca mañana de otoño. Por prevención, me había puesto un saquito y una cazadora, que estos primeros fríos me provocan faringitis, y no está la cosa para tonterías víricas. "Qué exageradísimo que eres". La Peque, siempre al quite.

Diez melones pude averiguar. Francisco tenía más, pero eran  para otros compromisos, tan fieles como yo. "Sandías ya no quedan. No aguantan" -me dijo.

Francisco es una reliquia, un amonite en melonero. Digno sucesor de aquellos memorables hombres de Benamejí, "Los Maúros", que durante tantos años arrendaron anchos campos en La Capilla, y heredero en el oficio de su padre y su tío, ha mantenido la noble y trabajada afición de buen melonero. En aquellos tiempos, también mi padre se engolosinó con los melones, y todos los años, desde que yo era chicuelo, sembró su parcelita prestada por su amo. Francisco siembra melones cada año en distintos terrenos de alquiler, y yo, cada verano, pregunto dónde y voy a comprarle melones. Y sandías. Y tomates, y pimientos, y cebollas. Posee unas trazas y unos andares que me quieren recordar, de lejos, a los de mi amigo Agundo, pariente suyo por parte de Benilde, madre de Francisco. 

Son ahora melones de regadío (de reguerío, se sigue diciendo en mi pueblo). Y al decir de la gente, Francisco consigue en ellos una textura y un  dulzor muy particulares porque le añade al agua de riego una sal de potasio. A mí me da igual. Buenísimos. Ni los del Mercadona. Ni los famosos melones de La Mancha. En mi casa solo entran melones de Benamejí.

Algún día he coincidido en el melonar con su padre, Francisco también, ya mayor y achacoso, claro. "Niño, José María, me han operado de la próstata, y tengo los pulmones con carbonilla"...Y me hace pasar vergüenza, porque reúne en torno a mí a sus dos nietos, él y ella, chavales de quince o dieciséis años que están ayudando al padre, y les relata todos mis méritos de antiguo estudiante y melonero. "Mirad, muchachos -les arenga-: este hombre es un médico extraordinario. Que sepáis que cuando tenía vuestra edad yo lo he visto dormir en una choza, ha cortado melones conmigo, los ha acarreado en borricos hasta la pila y los ha cargado al camión. Y sus hermanos, también. Y aquí lo tenéis. Buen melonero, pero también muy buen estudiante. Éste es el ejemplo a seguir"... Y uno, allí asintiendo con la cabeza por no dejar mal al abuelo. Porque lo de buen estudiante si es verdad, pero lo otro... Es que me quiere mucho.

Ya siendo yo un mocito, mi suegro -un calco de mi padre en lo referente al afán- se desesperaba de ver mi rácana disposición a la hora de acarrear los melones. Con mis botas camperas de pico retorcido, mis pantalones colgones y mi pamela para el sol, más parecía un espantapájaros en medio de las camadas que un melonero bragado. Mi novia y mis cuñadas se morían de la risa ante el gesto encorajinado de su padre.

-¿Será posible?... -mascullaba por lo bajo-. ¡Un muchacho que no sirve pa ná!... 

Lo dicho, que lo mío no ha sido nunca la cocina... Ni el campo. 

9 comentarios:

  1. Muchas gracias por la dedicatoria, por la pequeña parte que me toca.
    En mi casa en el pueblo, de "chicuelo", yo ayudaba a mi padre en estas fechas, a ponerle una especie de red a los melones para poder colgarlos de las vigas en la cámara que teníamos en la planta de arriba. Esos melones por supuesto escogidos y que aún conservaran el rabillo, se guardaban para la época de las navidades. ¡¡Eso eran melones!!.

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    1. Así era. Los que más aguantaban (incluso pasadas las navidades) eran unos verdes oscuros que en mi pueblo se les llamaba verrugosos, por su piel muy surcada.

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  2. José María buenos recuerdos nos traes con estas faenas en el campo. Está claro que no éramos muy habilidosos pero era una excelente experiencia, dura faena para luego coger con más ganas los libros.
    Recibe un fuerte abrazo.

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  3. Yo eché los dientes entre melones. Mi padre fue melonero durante treinta años. Aprendi mucho sobre los melones y sandias, y esos conocimientos los aplicó rápidamente en la compra. Es muy difícil que me equivoqué. Para eso soy de Montalbán! Benameji tiene muy buena tierra para todo lo que siembres, pero sin caer en chovinimos, mi pueblo es catedrático en este cultivo junto a los ajos. Gracias, querido Fili por tus experiencias campestres.

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    1. Es cierto todo lo que dices acerca de la devoción montalbeña por los melones. Pero esta vez tocaba Benamejí, que para eso es mi vecino. jajaja.

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  4. Gracias a todos por ampliar con sabrosos detalles mis escasos conocimientos meloneros.
    Las mismas operaciones que Pacomo las ejecutaba yo en la casa de Montoro. Calcadas a como las cuentas.
    Mi tía Rosario me inició en tales menesteres y en la elaboración de churros con pan duro, y magdalenas, galletas y rosquillas.
    Hace poco un agricultor y melonero castellano explicava en la TV que obtenía sus hermosos melones y verduras sin prodigarles el menor riego. Dijo que si regaba un día, los melones ya querían riegos frecuentes; y si no los regaba de nuevo se echaban las plantas a perder.
    Yo intenté cultivarlos hace unos años y sólo conseguí una pobre produción de melones de pequeño tamaño.

    Un amigo me enseñó las tres maneras típicas de levante de comer las rajas de melón: barca, barqueta y tallaeta.

    Fili, de tus relatos lo que más me gusta son los párrafos en que algún personaje interactúa contigo. Lo bordas.

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    1. Muchas gracias, Pedro. Sí, creo que es así. Intento olvidar que estoy escribiendo y me pongo como si en realidad estuviese hablando en ese momento con esa otra persona. Y sale la cosa con más autenticidad. Un abrazo.

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  5. Los melones de invierno, colgados en sus cestillos de enea, y que duraban casi hasta Navidad, en el doblao, aquellos melones de piel sapo. Gracias por el recuerdo Fili.

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  6. Doy fe de todo lo que dices. Me iniciaste en esa familia de meloneros y he pasado un verano comiendo esos auténticos manjares. Cuando vengo de andar y antes de refrescarme en la ducha, me paso por la cocina y me corto una buena tajada. Mi problema es que nunca me sale un corte bonito. (Mi padre siempre decía: Cuando seas un hombre cortarás el melón. Sin embargo yo creo que soy un hombre a pesar de mi mal corté). Pero disfruto del frescor y el sabor de esas obras de arte naturales y que dicen mucho del melonero. A nosotros nos lo vende la mujer. Muy "apañá" que es ella.

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