domingo, 18 de octubre de 2020

¿Qué hay de comer?

Era ésta una pregunta muy habitual, acaso la más desesperada, cuando llegaba uno al piso que se comía las piedras. "¿A quién le toca hoy la comida?" "A Vicente -contestaba Fraski-, pero se ha entretenido con los dibujos animados". ¡La madre que lo parió! A Vicente, claro. Yo tampoco podía alardear mucho porque cuando tocaba mi turno siempre les hacía lo mismo: arroz a la cubana. Lo menos complicado. El plato estrella de Vicente era el cocido. Tampoco es que su cocido tuviera mucha elaboración: cogía todos los ingredientes y los echaba a la olla expréss, y venga a dar vueltas la dichosa valvulita disparando humaradas. Lo que más gracia nos hacía de sus cocidos era que echaba el pollo enterito, con su cabeza, su cresta, sus patas... Tal como se lo daban en la tienda... Tiempos.

Hace una semana, escuché de refilón en la tele que el jurado de Masterchef proponía a los concursantes la elaboración de unos platos sencillos utilizando para ello solo aquellos ingredientes comunes en los llamados "pisos de estudiantes". Y este apunte me ha dado pie a preparar otra pequeña saga de artículos cuyo protagonismo va a ser mi experiencia culinaria, o de otro orden, en mi dilatada vida de estudiante universitario. Como sabéis, la carrera de medicina era de seis años. Mi beca salario me hubiese dado de sobra para vivir plácidamente en la Residencia Universitaria de CajaSur, al lado de la Facultad. Pero ese dinero hacía más falta en casa de mis padres, y, además, me hubiese privado de una experiencia única: la difícil y formativa convivencia con compañeros de fatigas. Mis primeros cuatro años de carrera los viví en pisos de estudiantes, cada año, uno distinto. Los cursos quinto y sexto, ya casado, los vivimos la Peque y yo en un piso de alquiler que, a la postre, se comportó casi igual que uno de estudiantes. Al tiempo.


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Llevamos ya un curso entero. Estamos a mediados de junio del 74 en plena preparación de los exámenes finales. El piso, en la avenida de Cádiz, es un lujo de piso para la época. El mejor que hemos tenido. Amplio, luminoso, con cinco habitaciones, y un mobiliario de gente rica. Hasta con tele. Es nuestro primer año de convivencia. Vicente, Fraski y Antoñillo estudian Magisterio; Pepe "El Loco" y Pompeyo, Ingenieros Agrónomos; y yo, Medicina. Durante el curso, la cosa ha funcionado. Fraski es un tío de lo más ordenado y sabe impartir disciplina. Pepe va a su bola, pero se comporta; Vicente es un pasota; pero los demás compensamos. No hay líos de faldas porque ninguno tiene novia formal todavía, y la Peque aún estudia COU en Antequera.

A estas alturas del curso, sin embargo, el piso es una mierda. Todo el tiempo se nos va en estudiar y mal comer. El portero del bloque, un hombre enjuto de éstos de paso corto, vista larga y mala leche -un cascarrabias-, ya ha dejado varios recados sobre la suciedad de nuestro pasillo y de determinados malos olores de la cocina. Con su mono de un azul desvaído y cremallera desde el cuello hasta los golondrinos, es el ojo de Dios: todo lo ve; todo lo oye; todo lo presiente. Nuestras madres respectivas se han turnado para venir a dar una arreglo al menos un día en la semana. Y nos traen condumio. Así vamos funcionando. 

Y acaeció un día que saliendo tempranito Fraski y yo para nuestros sitios respectivos, nuestro portero nos da el alto. "Alto ahí, jóvenes". Pensamos enseguida que nos largaría otra reprimenda por la suciedad. Es que, además de portero, era el intermediario que alquilaba los pisos. Pero no. Veamos qué le aflige ahora a este hombre entrometido:

-Os hablo a vosotros dos porque me parecéis los muchachos más formales del piso -empieza bien el hombre.

-¿Qué ha pasado? -responde Fraski algo sorprendido-. Verá usted que el piso ya está en mejores condiciones. Vienen nuestras madres a limpiar...

-Sí, sí, ya lo sé; pero no es eso.

-¿Entonces?

-Entonces es que todos vosotros salís temprano para la facultad y volvéis a la hora de comer ¿Correcto?

-Sí, ¿Y qué pasa con eso?

-Pasa que mientras vosotros estáis en lo vuestro, yo veo muchos días a un espabilao y a su "media" novia regresar al piso, un poco como a escondidas. Se tiran dentro un buen rato, y luego vuelven a salir como si tal cosa. Y eso, un día sí y otro..., también.

Inocentes criaturas nosotros dos, yo en concreto, recién salido del seminario, no alcanzamos ni por asomo a imaginar la trascendencia de aquellas palabras que el portero mascullaba enrritao. "Y vuestros padres tan tranquilos en casa, y estos dos... En fin, que me llevan los demonios con estas cosas".

-Perdone, Luís -me atrevo yo a intervenir-. ¿Y qué ve usted de malo en eso? Yo, la verdad, no sé qué decirle.

-¡Me cago ya en mi estampa! -se encoleriza el hombre sin entender nosotros el por qué-. ¿Pero es posible que no os deis cuenta?

-¿Cree usted que entran a robar o algo? -Se le ocurre a Fraski.

-¡Por Dios bendito, a robar! ¿Pero vosotros os habéis caído de un guindo, o qué? Vamos a ver si os enteráis de una puta vez -se pone ya fuera de sí, con el cuello ingurgitado y las manos en garra-. Este tío la entierra en carne todos los días, joer ya.

Os puedo asegurar que yo no comprendí el significado de estas acusaciones, al parecer tan graves, hasta que no vi al hombre hacer con sus dedos el gesto del follisqueo. 

¡¡¡Enterrarla en carne!!! ¿Cómo puede este hombre ser tan mal pensado? Y además ¿a quién se estaba refiriendo? Desde luego, ni Fraski ni yo podíamos ser, eso era evidente. ¿Se atrevería a tanto Pepe El Loco?

-Pero, Luis, díganos usted quién es, que podamos advertirle algo -se preocupa Fraski.

-Yo digo el pecado, pero no nombro al pecador. Habladlo entre vosotros -se pone en plan discreto-. Si veo que esto no se corrige, ya estáis buscando otro piso para el curso que viene. Yo no alquilo pisos a gente desvergonzada para hacer cochinadas.

Por supuesto que no movimos nada. El curso declinaba, y ya teníamos bicheado otro piso para el siguiente año. Pero a mí me impactó aquello de enterrarla en carne. En el seminario, ya mayorcitos, mis amigos y yo nos hacíamos confidencias picantes, claro. Y recordaba haber chismorreado con ellos de cosas como de "meterla en caliente", la "postura del perrito" o, incluso lo del "beso negro", cosa ésta que nunca llegué a entender del todo. Pero lo de ¡enterrarla en carne!!!... Demasiada metáfora para una mente tan bisoña en esos temas. Y la cosa es que luego, imaginando la escena, me regodeaba en la expresión, me gustaba, oye. Y fantaseaba con ello. Tanto, que han pasado cuarenta y seis años desde entonces y sigue haciéndome gracia.

-Peque, esta noche pienso de enterrarla en carne -le decía a la Toñi en mis mejores años de "sepulturero".

-Ah, sí?... Pos en el frigo tienes un hermoso pollo de Simago. ¡Arsa, empléate en su culo! -Ha sido siempre igual de enteraílla.

Eran años aquéllos de gran calentura. Quién sabe si el comienzo del calentamiento global.


10 comentarios:

  1. Y dijo uno:
    -Dónde está el calentamiento global cuando se le necesita?

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    1. Jajaja. Pepe, yo no me preocupo. Que me quiten lo bailao...

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  2. Séneca debería haber escrito algo sobre iuventute, pero bueno aquí estas tu. Un abrazo.

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    1. Lo de nuestros pisos de estudiantes de aquella época fue una pasada. Hoy, con la tupers repletos de sus madres, no tiene la cosa tanta chispa como antes. Y sin reconcomio ni mala conciencia por aliviar la concupiscencia. Jajaja.

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  3. Macho que ritmo llevas últimamente, se ve que tienes mucho tiempo libre. Que paisanos más artistas tengo eh! El calentamiento global estaba en nosotros, ahora estamos en época glacial o interglacial

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    1. Jejeje. Cuando vienen mis nietos a casa, el chiquitillo, que es un demonio, se viene a mi despacho y me dice: "Abelo, deja eso". Y me hace venirme del ordenador. Con todo, consigo escribir, sí. Pero que sepas que el tío artista no era paisano tuyo. Jajaja.

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  4. Lo normal que se espera de nuestra naturaleza humana, obedientes al mandato Divino: Creced y Multiplicaos.
    Con la primavera explota la vida, y a eso no se le puede censurar se le llame como se le llame, desde el corsé de una época oscura y fatua.
    Un abrazo amigo Fili.

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    1. En aquellos años, la calentura era constante. No se limitaba a la primavera.

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  5. Jajaja, "enterrarla en carne". No se puede expresar mejor!! Fili, tu cerebro está como las locomotoras del lejano oeste. Sigue echándole palos que vas como el AVE!! Gracias , una vez más, por tus escritos. Son como una cantimplora enmedio del desierto. Un abrazo.

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