lunes, 16 de marzo de 2020

Quedaos en casa (Día 2)

Día 2.   Hay que ser muy obtuso.





Sí, muy obtuso hay que ser para pretender ganar esta guerra contra el virus por su cuenta y riesgo. Es lo que parece derivarse de la actitud incomprensible del presidente de la Generalidad Catalana, el señor Joaquín de la Torre -Quim Torra en eufemismo-, quien se desvincula del apoyo general de todos los demás presidentes autonómicos al Estado de Alerta decretado por el Gobierno. Y tiene la desfachatez de argumentar que tal decreto solo busca sustraer competencias a Cataluña en favor del mando único. Obtuso... Y merluzo. Pero bueno, a media tarde me he enterado que ha dado positivo al coronavirus, y me da pena. Le deseo una rápida recuperación. De corazón.

No me puedo creer, por otra parte, una noticia escalofriante que he leído de corrido en la tele mientras me tomaba mi tazón mañanero de fruta, que por poco si me atraganto del susto, en la que el titular que se desliza por la parte inferior de la pantalla decía que los médicos italianos están valorando "dejar morir" a los ancianos infectados de más de 80 años ante el inminente peligro de colapso sanitario. Más merluzos todavía, ¿Cómo se puede permitir emitir una noticia así? Estamos perdiendo el norte. No os alarméis. Esto sí que es un bulo, o una nefasta interpretación de lo que llamamos Limitación de Esfuerzo Terapéutico (LET). Consiste en dejar de aplicar medidas salvadoras o mantenedoras en aquellos pacientes en que ya sabemos que de nada van a servir sino para prolongar la agonía. Este escenario está totalmente tipificado, admitido y es de todo punto ético.

Esta mañana hemos desayunado, la Peque y servidor, con la preocupante nueva de un amigo muy cercano y querido contagiado e ingresado en un hospital. Se trata de un caso leve, a Dios gracias. Pero produce inquietud. Como soy de natural tan "cagao", en ocasiones me asalta la certidumbre de estar aislado en casa esperando la hora fatídica de la primera tos o de las primeras décimas. Pero consigo controlar la ansiedad. Con la Peque al lado es difícil ensimismarse en uno. Siempre mandando cosas. La bronca mañanera de hoy ha sido por subir la persiana del cuarto de baño. "Pero Peque, si es para que se ventile bien". "Se ventila igual con las puertas abiertas pero la persiana corrida, que si no entran moscardones". Ea, otra lección aprendida: los moscardones.

Son ahora las doce de una mañana espléndida, soleada y fresquita. En otras circunstancias, perfecta para sacar a pasear a mi Pelu. Ella lo sabe, y se me acerca muy cerquita, olisqueando mis pantalones y meneando con ritmo el rabo, como queriéndome decir venga tío... Pero, lo que es la rutina, no me apetece, lo pronto que se acostumbra uno a esto de estar encerrado. Me acuerdo de una secuencia de la película de "La trinchera infinita", esa escena en que por fin Higinio puede ya salir de su escondite sin miedo a ser fusilado después de 30 años encerrado entre cuatro paredes, y va y le dice a Rosa, su mujer, que no, que no sale, "que es que aquí dentro tampoco se está tan malamente". El pobre... En lugar de salir con la perrita me pongo a charlar con mis nietos por face time. Juegan al fútbol con su padre en la amplia terraza de su casa. ¡Qué dicha verlos tan alegres y despreocupados! Hay que agradecerle a este dichoso virus que haya sido tan condescendiente con los más pequeños, lo más preciado que tenemos.

Pero está visto que hoy el día va de sustos: al levantarme de la siesta la Peque me vacila que en el telediario de las tres han dicho que el ministro de sanidad valora poder reclutar para la causa a médicos jubilados menores de setenta años. Lo entiendo, pero me acojono solo de pensarlo. A mí me pondrían en una consulta, digo yo, para poder liberar a otro médico más joven para las trincheras. Aún así, acojonao. Soy un cobarde. Siempre lo he sido. El miedo ha sido y lo sigue siendo un elemento constante -y en ocasiones perturbador- en mi vida. Y luego, pienso que ahí, en la línea del fuego, están mi hermano y mi sobrina y tantos buenos compañeros y amigos de mi hospital. Y para colmo, sale en la tele un reportaje con Spiriman desesperado y lloroso advirtiéndonos de la gran catástrofe que ellos, los sanitarios, están viviendo día a día. Y lo que les queda... Y entonces siento vergüenza de mi vida en la retaguardia acomodada de mi piso sin más obligaciones que quedarme en casa, hacer de comer, telefonear a los amigos, jugar con la perrita, las dos sesiones de zumba y discutir con la Peque por tonterías. Pues que me llamen cuando quieran. ¡Con dos cojones!

Pronto serán las ocho de la tarde. Acabamos de concluir la sesión de zumba. Me gusta, oye. La muchacha de la tele se me queda mirando y se ríe de buena gana cuando ve mis torpezas. Y me anima, "Venga, más arriba, más rápido... Y cuatro, tres, dos..." Parece como si estuviese pendiente solamente de mí. Y yo tropiezo los ritmos y las posturas embobado con su sonrisa, su figura efébica, su cola desbocada y sus piernas de mármol negro apretujadas en los leguis. No tengo remedio.

Bueno, me voy para el balcón.


5 comentarios:

  1. No estan solos los sanitarios, no estamos solos los que tanto os necesitamos, estoy seguro de que si te volvieran a reclutar darías un do de pecho. Un abrazo

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  2. Gracias Fili por tus relatos, lo haces muy bien, como seguro lo harías como médico si te reclutaron.
    Un abrazo compañero

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  3. Amigo José María, gracias por compartir tu diario en este blog. Te seguiremos con entusiasmo en tus preocupaciones y comentarios.
    Eres un gran reservista, además ya has superado la primera fase del miedo. Si te llaman acude...tu experiencia salvará a muchos...tanta zumba no te va a llevar a nada de provecho...
    Recibe un fuerte abrazo.

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  4. Amigo José María, los que te hemos conocido sabemos que hablas con la boca pequeña, tú conoces bien el paño.
    En las trincheras de verdad, donde el miura parece en cualquier momento, los cobardes son valientes, y a veces los que se llaman valientes acaban siendo cobardes.
    Por eso no creemos lo que dices, al definirte como un cagueta o cobardica que no sabe ponerse los guantes.
    Te jubilaste ejerciendo como doctor, y siempre hablas de tu profesión con calor y con pasión.
    Eso no es de caguetas.
    Un abrazo.
    Juan Martín

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  5. Gracias chicos. No, en caso de reclutamiento no sería lógico poner a los más viejos en la primera línea. caeríamos como chinches. Seguramente haríamos otro tipo de labor en consultas para poder liberar a sí a otros médicos más jóvenes. Creo yo. O incluso para consultas telefónicas que están saturando las centralitas. Nuestra experiencia nos hace personal muy válido en este sentido.
    Abrazos

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