miércoles, 1 de abril de 2020

Día 18. ¿El día de la marmota? No. Bueno... Sí

No estoy de acuerdo. Mi hija bromea con nosotros con esta rutina doméstica que aparenta igualar todos los días que llevamos encerrados. Al estilo de Bill Murray en El día de la marmota. No. Yo le encuentro su "aquél" a cada día. De hecho, no hago siempre lo mismo. Bueno..., salvo quizás el desayuno, que es calcado de un día para otro; o la gimnasia con mi monitora guapa, siempre a la misma hora e idénticos ejercicios; o las mañanas, de lectura y de contestar wassapts y tontunas varias; los pequeños encontronazos con la Peque -esos no tienen hora fija-; el almuerzo a las dos en punto y con menú de calendario; mi siestecita sagrada de media hora larguita; el cafelito para mi señora a las cinco en punto de la tarde, qué hora más torera, eh; mi otra sesión de gimn; mi escribanía diaria, que esté lista a tiempo, antes de los aplausos; lectura y música acompasadas en el sofá hasta el telediario de las nueve; luego, película de Neflixt, y a las once y media al catre. ¿Quién ha dicho rutina? No pasa nada. En cualquier caso, la obligación auto impuesta del artículo diario supone para mí un reto de creatividad que interrumpe de rato en rato el rodillo pilón del devenir del día.

Desesperado y cabreado con todo el mundo ante la imposibilidad de escapar de la repetitividad cansina de sus horas y días, Phil Connors (Bill Murray) realiza variadas intentonas de suicidio sin conseguirlo. Siempre despierta el mismo día 2 de febrero. Y entonces decide cambiar de estrategia: hacer el bien, congraciarse con el vecindario..., en fin, se hace médico para ayudar a la comunidad; mejora sus habilidades sociales, come menos, hace deporte, adelgaza y se pone guapo, hasta conseguir el amor de Rita (Andy MacDowell). Y sin esperarlo, de esa bonita manera, consigue romper el bucle y un buen día se despierta, y ya es 3 de febrero. Ea. Pero queda mucho para febrero, eh!

Nuestro ilustrado amigo Paco César me wasatpea esta mañana una referencia del Libro Rojo de Carl Gustav Jung, un cuento muy a propósito de lo que nos ocupa, en el que un navegante experimentado en años de mar aconseja a un grumete cómo afrontar la cuarentena obligada en un barco a causa de una epidemia. Jung, colega y socio de Freud durante unos años, es considerado por los filósofos como el Sócrates moderno en cuanto que su temática principal es la mente humana y lo que él llamaba el Inconsciente Colectivo. Bueno, pues el navegante le va contando al chaval su experiencia en los confinamientos que ya ha conocido con anterioridad: Si uno considera cuántas personas sufren de estas privaciones a diario, se siente afortunado en la espera de lo venidero -le dice-. Le recomienda privarse de más cosas, comer menos, esforzarse en el deporte, evitar pensamientos malsanos y elevarse a lo noble, a lo grande... En vez de pensar en todo lo que no podemos hacer, imaginar qué cosas hubiésemos hecho estando en tierra firme; visualizar esas escenas cada día, y gozar en la espera. Todo lo que obtenemos enseguida pierde interés. La espera incrementa el deseo y lo hace más poderoso. "La cuarentena me privó de la primavera, pero yo había florecido igualmente". Pues eso. Tal vez nos perdamos la florida primavera, la Semana Santa y hasta la Feria de Abril. Bueno, cogeremos con más ganas los patios y las cruces, y el ansiado verano que termine de achicharrar al dichoso virus.
Cuadros que nos alegran (un poco) el día mientras seguimos confinados

Termino hoy con estos preciosos y esperanzadores versos de nuestro amigo Fernando Prior:

"Quiero verte (primavera) pasear 
por los jardines y prados,
pintándolos de colores bajo el canto de los pájaros,
alegrando nuestras vidas, floreciendo nuestros campos,
infundiendo la esperanza 
de vencer al coronado".


Nota del autor: el cuadro adjunto quiere representar la lascivia de un servidor hacia su esposa en el día mil de confinamiento.

Dejarse de tonterías y ¡Vámonos pal balcón!

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