viernes, 24 de abril de 2020

Día 41. El sexo en..., perdón, perdón, ¡qué cosas tengo!... El amor en los tiempos del Covid

Cincuenta y tres años, siete meses y once días, con sus noches, hubo de esperar Florentino Ariza para alcanzar (y gozar) a la manera bíblica el amor platónico de su escurridiza Dulcinea, la bella y petulante Fermina Daza. Claro que en tanto tiempo tuvo lugar de solazarse con el puterío de la zona y otras damiselas de menor alcurnia. Por fin pudo dar vida a su sueño más anhelado: navegar con su amada, parando el tiempo, en aquel barco apestado con el pabellón del cólera, ida y vuelta, desde la Ciénaga hasta la Dorada; desde la Dorada a la Ciénaga.
-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir con este ir y venir del carajo? -le preguntó el capitán de la embarcación, hasta los güevos de tanta rosa náutica.
-Toda la vida -dijo Florentino.

Eso es un tío enamorado, joer. Y nos vamos a quejar nosotros por permanecer apenas cuarenta días con nuestras santas... ¡Amos, hombre! Al menos yo no me quejaré. Estoy encantado con tener a la Peque tan a la vista, tan a mano. Con ese nervio, con esa gracia, con esas ganas que le pone a todo... Aunque su primer despertar sea un pelín esquinao "te tengo dicho que cuando de noche te levantes a mear, que cierres la puerta del water"..., en vez de darme un beso tierno y sensual por el pedazo de desayuno que ya le tengo listo. O que su último respingo de la noche resulte también un poco avinagrado: "¿Será posible? -me despide arisca-. ¿Cuántas veces te voy a decir que no me apagues la tele cuando vayas a acostarte, que ya la apagaré yo?... Pero por el resto del día, coser y cantar. La Peque tiene mal despertar, es verdad. Hasta media mañana me mira de manera torva, como deseando trompar. La cosa cambia después de charlar un rato con nuestra hija por teléfono, y ver algún vídeo de los niños. Ya es ella, hiperactiva, alegre, creativa, disponedora... Y luego, como no duerme siesta, pues estupendo, no hay que volver a las andadas.

Pero las mujeres son así, lo llevan en su cromosoma X de más: siempre han de encontrar un punto débil, un postigo mal custodiado, por donde hoyar. Algunos días, a la Peque le ataca el mohín de la comunicación, dice que apenas hablamos...y me hace el gesto de echarse la cremallera en su boca. Y uno, en su condición de hombre insensible a los anhelos rebuscados de ellas, piensa para sí, "pero bueno, si nosotros lo tenemos todo hablado, mujer"... Pero no lo puedo expresar porque eso es precisamente lo que ella espera para seguir revolcándose en su bucle de tragedia romántica: la comunicación fallida. Me reprocha mi espléndida disposición a departir de cualquier cosa con los amigos por el móvil, y el mutismo para con ella; que se entera de mis cosas como lo hace Casado con las propuestas de Sánchez, por la prensa. Creo que no, que no lleva razón; que tiene días en que se ve muy presa de la murria de los niños, y muy afectada por la puñetera medicación.

¡Pelillos a la mar! Pero ciertamente que yo reconozco mis neuras y porculerías. Y más ahora, con mi aprehensión al contagio. Os confesaré que una de mis promesas de recién jubilado fue la de dedicar el tiempo que me quede en hacer feliz a la Peque, que ése fuese el objetivo prioritario. Demasiado romántico. El día a día te va llevando por donde solías, y sigues siendo el mismo cabroncete de siempre, miedoso, egoísta y super controlador. Ella se merece lo mejor. Vosotros lo sabéis. "Aquél de vosotros que renuncie a su vida por mí, ganará la vida eterna" -dijo Jesús. La Peque tiene el cielo ganado mil veces. Porque ha renunciado a muchas cosas por mí. Hubiese estudiado arte dramático, "yo quiero ser artista", lo lleva en la masa de la sangre, vosotros habéis gozado de su duende: pues estudió enfermería, quién sabe si por estar cerca mío; hubiese seguido en Córdoba donde tan a gusto se movía por el Reina Sofía: pues se vino conmigo a la Siberia, al frío de Pozoblanco con una cría de seis meses; prefería el hospital de Vélez Málaga cuando mis oposiciones: pues, a Valme; quiso trasladarse a Granada, pues, nada, en Valme... Tuvo la valentía de irse a Guatemala en misión sanitaria en los tiempos de la torres gemelas sin el calor de su marido, un cagao. Siempre se ha plegado a mis intereses profesionales renunciando a los suyos. Ha sido -y lo sigue siendo- el alma de mi casa, el sostén de mi vida social, la perfecta anfitriona. No diré que no haya habido contraprestaciones, vale. Mi apoyo resultó fundamental para que sacara Bellas Artes, y luego... todos reconocéis mi superación increíble en el asunto de tanta compra-venta, de tantos traslados en estos años pasados. Pero no caben dudas, su platillo de la balanza pesa mucho más que el mío.

Bueno, hoy me ha pillado la vena romántica. Hago mía la frase de Bella Zadore, una pintora innovadora que pinta a las personas en vivo, en carne y hueso, y que proclama que "Dios es una mujer". Pues eso, mi Dios es la Peque. Ea.

¡Joder! Se me va el artículo y no hemos tocado el sexo. Bueno, mañana, que hoy me está empezando a doler la cabeza...

Nos vamos ya pal balcón.

3 comentarios:

  1. Así, se habla. Y luego pa que digan que si esto o lo otro.
    Un abrazo.
    Tomate algo para el dolor de cabeza

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  2. Jajaja. Buen confinamiento tenga usted, don Andrés.

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  3. Nos cuesta ser detallistas, precisamente lo que les gusta que seamos a nuestras compañeras de existencia.
    Pero eso juega a nuestro favor cuando lo tenemos en cuenta. Los pequeños detalles los valoran mucho y nos los devuelven duplicados.
    Querer a nuestras mujeres es el mejor negocio. Cuando somos atentos y nos esforzamos un poquito, ellas son felices y nos consideran mejores de lo que realmente somos.
    Como bien dices, del sexo ya hablaremos...

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