miércoles, 15 de abril de 2020

Día 32. Ángeles de la guarda


Empezaré hoy mi relato como solía hacerlo nuestro rey emérito en los discursos de Nochebuena: "Me llena de orgullo y satisfacción..." Bueno, no me enrollo, a lo que voy, que mi orgullo hoy tiene un objeto y una persona: nuestra sanidad pública y Asunción Romero, una de sus componentes, en representación de aquélla.

Hace unos días, mis compañeros y algunos amigos me han enviado wassapts de un reportaje en Canal Sur y creo que también la Sexta donde una mujer mayor y afectada de una cardiopatía severa había logrado sobrevivir al coronachino, y salía de alta, radiante del contento, entre el aplauso emocionado de todo el personal sanitario que la había atendido. Y en un momento de la breve entrevista que le hace el periodista, ya en el plató, la mujer dice que está super agradecida a toda esa gente que se arriesga tanto para sacar adelante a los enfermos, pero que ella, en concreto, se sentía especialmente afortunada porque la había salvado su Ángel de la Guarda: la doctora Asunción.

Como comprenderéis, para mí no supone ninguna sorpresa. Conozco a Asun Navarro desde su etapa de estudiante, tampoco hace tanto ¿verdad, Asun? Y he seguido de cerca toda su trayectoria, como la de otros muchos y muchas de su promoción y otras cercanas. Han sido "nuestros" estudiantes y "nuestros" residentes. Y nuestro orgullo -el de los médicos mayores- es comprobar en breves años cómo la semilla sembrada y regada a diario con dedicación y cariño germina y fructifica en médicos mejores que sus maestros. Como todos sus compañeros de edad, ha pasado las de Caín para poder hacerse con un puesto de trabajo honroso. Les han tocado los peores años de recortes, contratos basura al 50%, contratos solo para guardias..., y a ella, en particular, fajarse de lo lindo, la que más, en las Urgencias, el purgatorio que todo internista de bien ha de padecer antes de alcanzar la gloria de la planta. Y ahora le honra pagar con grandeza toda la angustia laboral que ha soportado. Como Isabel, Rocío, Ángel, Justo, Delia o María Luisa, por referir aquéllos que mejor conozco.

Muchas chicas, diréis. Bueno, ya hay más médicas que médicos, es una realidad. Desde luego, los hospitales resultan más vistosos y agradables, me parece a mí. Veréis: hace unos años, una revista médica muy prestigiosa, JAMA, publicó un trabajo en donde se recogía como conclusión que los pacientes ancianos hospitalizados atendidos por mujeres internistas tenían mejor supervivencia que aquéllos atendidos por internistas varones. Aludían los autores, como posible explicación, que las mujeres, por lo general, son más ordenadas, disciplinadas y constantes que los hombres, y que por ello, más propensas a seguir guías y protocolos. Que yo sepa, la cosa no ha tenido más recorrido. No sé si por algún sesgo del diseño o simplemente porque implícitamente aceptemos esa realidad. No lo sé. Ni es momento para disputas de género. Son cosas de anglosajones remilgados y puntillosos. A nosotros no se nos ocurren comparaciones parecidas. En mi servicio, Tanto monta..., aunque es verdad que en la Unidad Covid hay más chicas que varones, porque son más jóvenes.

Sea como fuere -lo de Asun es un botón de muestra-, la crisis del coronachino ha puesto en pantalla y en valor la Medicina Interna mucho mejor que ninguna de nuestras torpes maneras de hacerlo. De siempre nos ha costado mucho a los internistas vendernos bien ante la sociedad,  explicar a la gente qué somos y a qué nos dedicamos. Pues esta mujer salvada de una muerte segura lo ha dicho: somos los ángeles de la guarda. Ea. 

Y como Asun, son ángeles de la guarda tantos otros internistas, intensivistas, personal de las urgencias, neumólogos, infectólogos, enfermeras y auxiliares, celadores y conductores de ambulancias de tantos hospitales españoles. Pero no sólo esos. Los medios nos muestran las salas de urgencias y las UCI atestadas. Pero la lucha también se da fuera de los hospitales, en el campo abierto y peligroso de los centros de salud, en las Residencias de mayores y en las casas particulares de tantos ancianos, donde médicos de atención primaria, enfermeras y cuidadoras se están jugando sus vidas, hasta el punto de que ya más de alguno se ha convertido en ángel de verdad. Está bien que los aplaudamos. A todos. Es lo menos que se merecen. Y ellos, me consta, no piden otra cosa que este reconocimiento y admiración no sean flor de un día, aplauso puntual por una buena faena, sino que esta maldita crisis nos haga reflexionar a todos que la sanidad pública no es asunto de políticos, sino que es de todos y que deberemos cuidarla como algo propio y muy preciado.

Ahora, los aplausos de cada tarde para todos los ángeles de la guarda, y un apartado muy especial para Asun y toda su tropa, y para la gente de mi hospital. Besos.

5 comentarios:

  1. En este escrito amigo José Maria, pones el dedo en la llaga de dos consecuencias del pasado reciente.
    Lo positivo la hornada de excelentes profesionales consecuencia de haber coincido con magníficos maestros.
    Lo negativo, las miserables condiciones laborales que han tenido que soportar como consecuencia de los recortes en sanidad realizados por TODOS los partidos que han gobernado.
    Por cierto el virus se llama coronavirus, no le sigamos el juego al fantoche que gobierna el imperio y sus imitadores locales.
    Un abrazo y a seguir

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  2. Fili, no es cuestión de entrar el el género, pero las Dras. Chapoo. Bueno la mayoría, pues también...

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  3. Ah, Antonio. No. Es que me hace gracia lo de coronachino. Nada más.

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  4. Hoy el lector se queda sin palabra y con los sentimiento en lo más alto.
    Siento profunda gratitud por toda esa gente tan generosa. Me admiran las gentes que se levantan por la mañana con la sola idea de salvar a sus semejantes.
    Además hay que sumar a todo esta capacidad, la voluntariedad y el humanismo al intentar, no solo salvar a las personas sino acompañarlas, acogerlas y darles el calor humano que es tan preciso en esos momentos. Así que me uno de todo corazón a todo lo que dices.
    No tengo más que decir hoy. Los creyentes también nos unimos de una forma especial con la oración. En las mías están presentas todas esas personas heroicas.

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  5. Todo suma, Joaquin. La oración, también. La comunión universal de voluntades positivas nos hará sentir más poderosos. Esa convicción de poder aumentará nuestras defensas naturales y nos ayudará a ahuyentar al dichoso virus. Que así sea.

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