Mirad que me he propuesto no escribir sobre política para no enmierdar más el panorama mediático, pero es que, sin querer, los dedos se me van a las teclas equivocadas, y escriben lo que les sale de sus yemas, la madre que los parió. De todas formas, resulta muy difícil en estos días sustraerse a lo que nos rodea por todos lados. Pero, tranquilos, hoy os traigo a vuestra reflexión un asunto muy trabajado por mí, no en los escritos, sino en mi día a día: la compasión.
Y es que me ocurre que cuando veo a alguien muy apurado, muy angustiado, muy doliente o muy perdido... me compadezco, me puede la compasión, aunque ese alguien no sea amigo ni siquiera conocido. La verdad es que lo tengo bastante entrenado este tema, llevo años sintiendo compasión por los aficionados del Atleti, por ejemplo, cuando se dejaron ganar dos Champions. Reconozco que me está costando mucho más compadecerme de los del Barsa, pero lo conseguí aquella aciaga noche de Liverpool. Os puede parecer trivial, pero aprende uno con estas cosas. Bueno, ya en serio. Lo de hoy podemos llamarlo la compasión aplicada a la política.
Viene todo esto al caso de mis sentimientos compasivos por las personas a quienes les ha tocado bailar con el virus éste repugnante y sioputa (me gustaba nombrarlo coronachino, pero mi amigo Pintor lo ve como nombre imperialista). Creo que después de las familias de los fallecidos y de los pacientes en evolución, que son, sin duda, los que más piedad nos inspiran, las personas más afligidas por esta maldita crisis son nuestros gobernantes. Han sido agraciados con "El Gordo". De ninguna manera puedo comprender a quienes acusan al gobierno de las muertes, "los están dejando morir" -leo en algunos medios y en comentarios de Facebook, en referencia a los ancianos. No me entra en mi sesera. Celebro con alegría que muchos de mis amigos no entren en facebook, al margen de cuatro mensajes de cocinillas, y otros tantos de fotos para el recuerdo y de misas camufladas en azoteas, todo lo demás es la pelea de siempre del "tú más". Los gobernantes, decía, están poniendo lo mejor que saben y pueden, a trompicones, improvisando, generando incertidumbre y angustia... Creo que sí, pero también creo que esta crisis supera la capacidad de maniobra de cualquier gobierno. Eso no quita que se hayan cometido errores. Ni oculta el hecho de que hayamos partido a la lucha desde una situación de precariedad pertinaz. La comunidad científica aún no sabe por qué sea más alta la letalidad de este virus en España y en Italia; pero nosotros, los españolitos de a pie, sí lo sabemos: por la mala gestión del gobierno. No es necesario investigar más. Y me da pena. Siento compasión. Porque les ha tocado limpiar el peor y más grande marrón que nunca nadie hubiera podido imaginar.
"Oye, pues con Aznar o con Rajoy no fuiste tan piadoso ni comprensivo, eh!" Bueno... No creáis, yo creo que sí, que lo fui, hablo en primera persona, no respondo de otra gente. Con Mariano, hasta me reía a veces. Y ni le he afeado que salga a la calle a pasear sorteando el confinamiento debido. Aparte de que la hecatombe actual poco o nada tiene que ver con las circunstancias políticas y sociales que afectaron a estos otros presidentes. Y de hecho, en estos momentos críticos, hay implicados otros gobernantes del PP a quienes también compadezco porque están liderando la lucha en sus respectivas comunidades autónomas. Ni se me pasa por la tela del juicio echar a la cara de Ayuso los muertos de Madrid. Además de que es una mujer que me pone, vaya. Pero no hace falta irse tan lejos: me entristezco un montón cuando sale en la tele Jesús Aguirre, nuestro consejero de salud. Porque le veo cara y gestos de sufrimiento. Es natural. Jesús fue compañero mío en aquella facultad bisoña e improvisada. Ilusionada. Éramos la segunda promoción de medicina en aquella Córdoba tan nuestra, tan provinciana, tan manejable y cercana. ¡Tiempos! No voy a presumir de amistad, no fuimos amigos, yo tenía otra ralea, y no por diferencias ideológicas, que nunca han supuesto para mí ninguna barrera, sino simplemente porque en aquellos años mi única ideología era la de estudiar y enamorar. No soy su amigo pero en los últimos cursos éramos veinte o treinta los que íbamos a clase a diario, y lo tuve bastante rozado. Tened presente que yo era el empollón. Todo el mundo se me acercaba. A lo que iba: que me compadezco de Jesús. Mirad la foto que le cogieron al enterarse de la muerte por coronavirus de nuestro compañero de promoción Manolo Barragán...Porque uno piensa, vamos a ver, este hombre, ya de una edad, con su singladura profesional tan completa y satisfactoria, a puntito de jubilarse, ¿por qué coño se mete en este berenjenal? ¿Por qué ningún alma caritativa le cortó la mano para que no firmara su aceptación? ¿Qué necesidad de complicarse tanto la vida, a su edad? Todas estas preguntas me las hacía yo cuando conocí su nombramiento, cuánto más ahora... Será el gusanillo de la política, me respondía a mí mismo. Será eso.
Mucho antes que animal político, me considero animal apaciguador, hombre sensible y piadoso. Sin florituras. La verdad. Pero es curioso que a las personas nos cueste ser compasivas con nuestros adversarios. Con nuestros próximos está chupado. Cualquier malaje que conozcamos tiene una galería de fotos familiares en los que se nos muestra como un abuelo baboso con sus nietos. "Pues, mira -decimos-, también tiene su corazoncito". Pues claro. Lo difícil es mostrar esa nobleza con los enemigos. Nos enseñan los biólogos y antropólogos que los animales más fieros, aquéllos que son capaces de matar de un solo golpe o dentellada, poseen en su genoma un gen "apaciguador" que les hace ser compasivos ante la rendición absoluta de su rival, salvo en caso de extrema necesidad por hambre, claro. Un perro muy fiero, no adiestrado para matar, dejará de agredir a su rival si éste se le tiende manso boca arriba. Y lo mismo sucede con lobos, leones u otros de letal zarpazo. Se apaciguan con la rendición. Se conforman. No ocurre igual con los demás animales menos certeros en la suerte de matar: un gallo seguirá picoteando a su rival rendido hasta matarlo. ¿Y nosotros? Ni nuestras manos ni nuestros dientes son mortíferos de por sí. Biológicamente, carecemos del gen apaciguador, seguiremos machacando a nuestro rival hasta darnos con él. Poseemos armas mortíferas -me diréis. Ya, pero nuestra evolución como especie no ha tenido tiempo suficiente para adquirir ese gen del apaciguamiento. Y es posible que nunca lo obtengamos puesto que nuestras armas de ahora matan a distancia, apretando un gatillo o un botón, sin que podamos contemplar las caras sufrientes de aquéllos que abatimos. Sin mentar nuestra palabra ni nuestro teclado, herramientas que no matan, pero destruyen.
Perdonad, me pierdo con estas cosas que me encandilan. Me apena pensar que hayamos alcanzado a ser los animales más fieros y mortíferos de nuestro mundo... Y los menos compasivos. Un ruego final: cuando veamos a alguien cayéndose no lo rematemos, tendámosle una mano. Algo así es lo que quiero decir hoy.
¡Déjate de filosofía animal y vámonos pal balcón!
Como siempre, genial reflexión. Aunque un ligero toque de discrepancia, que para eso están los amigos y no para hacer la pelota. Los humanos también tenemos esos resortes compasivos en nuestro cerebro. Ahí tienes la empatia, pero hemos desarrollado una cultura patológica que nos permite desconectar estos mecanismos mediante la deshumanizacion del contrario.
ResponderEliminarLa película El vedugo se basó en lo ocurrido cuando ejecutaron a la envenenadora de Valencia, que el verdugo cuando vio que era una mujer a quien tenía que dar garrote vil, tuvieron que emborracharlo y llevarlo a rastras. En fin ya está bien de comentario. Un abrazo
Todo hombre tiene vicios y virtudes, nos puede salvar el conocimiento, aspirar a la verdad. Qué pesao soy. Un abrazo.
ResponderEliminarEso es, Antonio, la clave está en que podemos deshumanizar al adversario.
ResponderEliminarEn cuanto al comentario de nuestro misterioso desconocido, diré que lo que nos puede salvar es la sabiduría, que es mucho más que el conocimiento. Conocimiento más bondad, eso es sabiduría. Un abrazo.
En estos días de confinamiento monacal, vemos en casa una serie de abogados. Y la verdad, los hechos que se exponen reflejan el trasfondo de nuestro presente. Todo es dinero y poder mediático, en donde las medianías escalan posiciones:
ResponderEliminarQuedando los currantes como simples peldaños.
La compasión nos acercará a quienes sufren, pero nunca se pueden cerrar los ojos ante los hechos reprobables.
Un abrazo José María, como siempre certero en el análisis.
Juan Martín
Gracias, Juan Martín. Un abrazo.
ResponderEliminarSólo un pero, pero muy gordo.
ResponderEliminar¿Qué es primordial para combatir una pandemia, o una simple enfermedad?
Sí señor, conocer la causa de la misma?
Es posible que tú, Fili, aún no te hayas enterado, pero me cuesta creer que el gobierno de la Nación permanezca en la ignorancia.
Los gobiernos de Suiza, Bélgica, Polonia y alguna de las repúblicas de la antigua Yugoslavia ya han decretado una moratoria que ha desconectado todas las cajas emisoras de las microondas del 5G.
En la zona donde viven Trump y Bill Gates no ha sido instalada ni una sola antenita.
Recomiendo para salir de la ignorancia, que en esta ocasión considero peor que la enfermedad, ver el video en Internet de "Suzanne Powell, antenas 5G". O leer la conferencia del Dr. Thomas Cowell, dado que su video ha sido eliminado por youtube.
No me gusta ser un desgraciado conejillo de indias, frito por las radiaciones de onda corta que emiten 53.000 satélites en nuestra atmósfera.
Por favor, Fili, documéntate y ofrécenos un buen artículo. A ti te escucha mucha gente. Ten piedad de nosotros.
Lo siento, esto me sobrepasa. No me veo capacitado para responder a este requerimiento. Creo ser un médico bondadoso y eficaz con verdadera vocación. Mi campo ha sido y es la asistencia clínica, la ayuda a pie de cama o de consulta. No soy experto en física ni por asomo. Soy de letras, amigo mío. Cuando escribo lo hago con intención de entretener con historias cercanas, entrañables o piadosas. No me pidas lo que no puedo dar. Gracias de todas formas por tu aportación.
ResponderEliminarLo haría yo mismo porque no es que esté convencido sino lo siguiente, pero sólo repetiría lo que leo alarmado en Internet, mientras compruebo que no se habla del tema en TV, que parece tabú.
ResponderEliminarLas compañías telefónicas han echado el resto y el Gobierno espera sacar 800 millones de €, pero el precio a pagar es mucho mayor de lo que creemos: la pandemia es sólo el aperitivo.
No te comprometo a nada, pero si te molestas en conocer un poco la realidad del 5G, tal vez puedas dejar caer el tema en tus crónicas como un simple toque de atención.
Te estoy muy agradecido por tu amabilidad y comprensión. Otros ya me hubieran mandado a "prendre pel cul".
Pedro, he oído en Internet a Suzanne Powell hablar sobre lo del 5G. Vuelvo a decir que me sobrepasa. Soy consciente de que el negocio no conoce escrúpulos, pero no puedo aceptar que el gobierno, ningún gobierno, use la crisis del coronavirus a conciencia como tapadera de un supermeganegocio. No puedo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya me han dicho alguna vez que a mí me falta fe.
ResponderEliminarEn este caso concreto me falta fe en la inocencia de los tiburones (aunque sean de izquierda).
En cualquier caso, ¡ojaLá triunfe la verdad y acabemos con las locuras consumistas, como dices en tu último cuento, el de la abuela Flora!
Gracias por ver el video. Un abrazo.