miércoles, 22 de abril de 2020

Día 39. ¡Una limosna pa los negritos de África!

En general, creo que es así: los españoles somos mucho de limosna pa los negritos. Los que hemos entrado ya en la edad provecta, recordamos con cierta nostalgia aquel domingo de octubre, el de los cánticos de la Aurora que nos sacaban de la molicie de la cama, en que después de la misa de doce, nos asaltaban en la plaza bellas muchachitas de falda plisada y tocadas con un graciosa cofia de la Cruz Roja, pidiéndonos, hucha en mano, una limosnita pa los negritos de África y pa los chinitos de China, cría cuervos, tú. El Domund.  Y ya, mucho más recientes, los masivos apadrinamientos de negritos y panchitos con que nuestros padres y otros familiares cercanos han conseguido indulgencias para sus almas. Mi padre recibía cada seis meses una carta de su ahijada con sus progresos escolares y una foto. Un orgullo para él. Y nosotros mismos, que nos tenemos por cultivados y serios, a un nivel muy parecido nos encontramos satisfechos cuando departimos entre los amigos a cuántas ONG estamos asociados. En pocas palabras, nos gusta ejercer la caridad, es algo que llevamos en la sangre desde nuestra primera comunión, como os decía hace unos días. Y me temo que de ahí no hemos pasado.
La caridad se enseñaba en la escuela | La Voz de Almería

Anoche vi en la tele un reportaje acerca de las condiciones de vida de los inmigrantes freseros de Lepe. Uno no alcanza a creerse de verdad que estas cosas estén ocurriendo delante de nuestros ojos, y que optemos por mirar para otro lado. Es un escenario indignante y vergonzoso: en un descampado, una serie de chozas prefabricadas de unos 20 metros cuadrados como mucho, donde habitan cuatro criaturas, con su cocina de butano y sus camas por allí arrebujadas, sin intimidad ninguna, sin agua ni electricidad, y trabajando a cuatro euros la hora. Como campo de refugiados. Pero no hablamos de Siria ni de Irak, estamos en Lepe, o en El Ejido...
Algunos de mis amigos lo pintan peor aún: han asistido a manifestaciones locales de protesta por esta indigna situación; han escuchado los gritos anhelantes de los inmigrantes pidiendo alquileres de casas desocupadas, y las promesas de sus mujeres asegurando el buen mantenimiento de los mismos... "Tenemos trabajo, tenemos dinero, podemos pagaros..." Y han tenido que soportar también, con vergüenza ajena, los abucheos de algunos vecinos impresentables desde sus ventanas y balcones.
En el gueto de la fresa de Lepe (aunque parezca Níger): "Ni en ...

¡Qué desfachatez! ¡Qué sin sentido! Los necesitamos, pero no los queremos. De no ser por ellos, se perderían las cosechas, a tomar por culo fresas y tomates, y hasta las aceitunas; pero...seguimos despreciándolos. No son como nosotros, no son iguales, por mucho que después hablemos de derechos humanos. No. Bueno, de acuerdo, somos iguales, hasta podemos quererlos con amor cristiano de pacotilla, pero cada uno en su casa. Somos de caridad fugaz, una moneda, una cuota mensual, y hasta luego. No nos planteamos la integración real, completa, eficaz, rica y sana de esta gente.

Puedo comprender a los propietarios de viviendas que escurran el bulto. Temen, quizás con razón, los eventuales abusos de algunos de los inmigrantes. En mi casa, aún nos acordamos de la bronca que todos le echamos a mi cuñada Conchi porque se le ocurrió alquilar un piso a unos rumanos recién llegados a mi pueblo, sin encomendarse a nadie, a pelo. Aquella familia cumplió, pagó religiosamente sus cuotas, y es verdad que a la salida, el piso necesitó de varias manos de pintura y otros arreglos de desperfectos, no mucho mayores que los producidos por nuestros turistas españoles en los apartamentos alquilados de cualquier playa. Mi suegro ha tenido durante años dos pisos alquilados a marroquíes. Y es cierto que en un piso para cuatro o cinco personas ellos metían a catorce bajo cuerda, tienen mucha necesidad de ahorrar para enviar dinero a sus familias. En fin...

Tampoco podemos cargar esa responsabilidad a los particulares. Debe ser una gestión política. Este problema de la integración y acomodo de los inmigrantes no es algo sobrevenido que nos pilla desprevenidos. No. Sabemos de su repetitividad, de su cronicidad. Y podemos arreglarlo. A uno se le ocurre, así a bote pronto, que una organización que incluya a sindicatos, corporación local, diputación provincial y empresarios podría implantar una estrategia de habitabilidad digna de nuestro tiempo y de nuestro país. Qué digo yo, la construcción de un polígono residencial o, incluso mejor, facilitar los alquileres familiares de casas desocupadas del lugar en cuestión, haciéndose cargo dicha organización del mantenimiento y de los posibles desperfectos que pudieran ocurrir para alivio de los propietarios renuentes. No sé, algo. Lo que he visto en la tele de los asentamientos leperos, eso, es indigerible, vomitivo.

Bueno, paz y bien. Y vámonos pal balcón. 

2 comentarios:

  1. No se puede explicar mejor.
    Una limosna nos adorna, pero se nos encoge la mano con nuestros semejantes desheredados y aflora la desconfianza.
    Con razón, buenos samaritanos sólo había uno.
    Falta voluntad política, compromiso humano, corazónes de oro.
    Un abrazo solidario para los temporeros.

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  2. Así es Pedro. Y lo malo que nos sucede es que cuando nos damos cuenta de tantas injusticias nos pilla ya en una edad con menos ganas de lucha. Por lo menos a un servidor le pasa.

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