El otro día, uno de mis amigos lectores me comentaba via wassapt que en el mundo hay -o habemos- más gente buena que mala. Vale. Se trata de un aforismo que así, a bote pronto, cualquiera de nosotros puede admitir, sí. Y seguramente sea así. De hecho, nuestra experiencia individual y colectiva parecen avalar este alegato. Las personas que conocemos, nuestros familiares y amigos, colegas... nos parecen gente buena. Si te tropiezas por la calle o en el mercado con algún desconocido y le preguntas algo o lo requieres para alguna cosa se muestra amable y, salvo rara excepción, se interesa en ayudarte. Las madres y abuelos con quienes coincido en el parque infantil donde juegan mis nietos son gente aparente y servicial, permiten que los niños compartan sandwiches, agua y hasta mocos... Lo que pasa, decimos, es que lo bueno no vende, que el mal ejemplo cunde mucho más que el bueno, y por eso en la tele no salen más que cosas malas. Puede ser.
Sin embargo, si lo pensamos despacio, quizás estemos confundiendo los conceptos, y entendamos por gente buena lo que simplemente sea -o seamos- buena gente. Porque buena gente es cualquiera. Todos somos buena gente. Sobre todo para con nosotros mismos y con "los nuestros". La buena gente, la gente corriente, es correcta, amable e incluso servicial y caritativa. Lo llevamos mamado desde el primer catecismo y la primera comunión. La buena gente, claro está, tiene que vivir, y compite fieramente por un buen puesto, por una beca, por una subvención, recurriendo al engaño y al fraude si fuese necesario. La buena gente tiene muy claro quién está más obligado con Hacienda, los otros, naturalmente, lo que ella defrauda es el chocolate del loro, minucias. La buena gente tiene más derecho a las ayudas que los "sin papeles", unos mimados del gobierno. La buena gente ve normal machacar al contrincante para medrar, libre de obstáculos, en la política, en la universidad, en los negocios... Eso lo hemos visto todos. Resulta fácil ser buena gente. Una de las grandes conquistas antropológicas del homo sapiens ha sido saber quedar bien en sociedad, aparentar bondad para ser reconocido como alguien digno. Con buena gente nunca transformaremos el mundo. Necesitamos gente buena para cambiar de especie. Ya estamos hasta los cojones del sapiens.
No sé. Quizás ocurra que la gente buena de verdad, la piadosa y compasiva, no sea capaz de conseguir los resortes necesarios para alcanzar puestos de relevancia social, económica o política. Las honrosas excepciones que haya claudican ante la marabunta de buena gente que lo arreglan todo pasando no la mano sino el puñal por el hombro. A uno le asaltan las dudas. Puede que este mundo nuestro sea así sin remedio, donde la gente egoísta y malvada cope todos los puestos de mando, y nos dirija en la dirección que a ella le interesa sin ningún tipo de conciencia ni escrúpulos, o puede que los demás quizá no seamos tan buenos como nos creemos. O ambas cosas. Aun siendo buenos nos queda por dar a muchos el siguiente paso "evolutivo", esto es, el de ciudadanos comprometidos. Una sociedad comprometida no consentiría el hambre ni la pobreza habiendo recursos más que suficientes para combatirlas; exigiría a sus gobernantes políticas más proteccionistas y humanitarias, y no sólo con el gesto testimonial de un voto cada cuatro años, sino con participación directa en propuestas comunitarias al parlamento, como quiere el soñador de Anguita; se rebelaría clamorosamente en las calles ante las condiciones inhumanas de habitabilidad de los freseros onubenses o los tomateros almerienses... Un ciudadano bueno, libre y, a ser posible, republicano, no daría pábulo a montajes descarados en los medios para denigrar al contrario; rechazaría de manera contundente las corruptelas de políticuchos y de un rey comisionista, y bueno... tampoco tiraría en las calles los guantes y las mascarillas a la salida de los hospitales.
Uno puede llegar a creerse alguien por haber sido un buen médico. "Yo ya he cumplido", decíamos hace unos días. Pues no basta, ya lo creo que no. La justicia social no se jubila. El mundo nos necesita con bondad, determinación y coraje para hacernos a todos mejores. Gente buena, ciudadanos comprometidos. Poseo el gozo de amigos jubilados que ponen la olla diaria en su casa al servicio de algunos pobres; que son el alma del banco de alimentos de la ciudad donde viven; que han creado y mantienen a trancas y barrancas un centro de acogida para refugiados e inmigrantes; que atienden de manera altruista en residencias de ancianos; que van a la cárcel a dar clases de ética ¡a los presos! O que desde su cátedra emérita nos siguen impartiendo lecciones de justicia social. Éstos son los imprescindibles de Berthol Bresch. A su lado, uno se siente muy pequeño. Casi ridículo.
Esto se pone serio ¡Vámonos que nos vamos!
Hoy te has lucido. Profunda y acertada reflexión. Intentemos ser gente buena. Un abrazo
ResponderEliminarMejor, gente comprometida. Un abrazo.
ResponderEliminarNos dijo José Luis Padilla en la meditación de la mañana, que realizábamos religiosamente cada día en la escuela de acupuntura de Tien, que mucho ojo con la buena gente.
ResponderEliminarAl leerte me parecía estar dando un repaso de aquella charla-meditación.
Tú has rematado con el compromiso de ser útil. El maestro Padilla se conformaba con que fuéramos responsables y cumpliéramos fielmente con nuestras obligaciones. Obviamente, tú ya estás jubilado y todos sabemos que eres un hombre responsable, por lo que, quizás ahora, sientas la responsabilidad de ser más útil.
A mí me pasa lo mismo, pero, además del egoísmo, me puede la pereza y me falla la fe en mis semejantes, tan infantiles a menudo a mi torpe mirada.
Hay hombres que luchan un día y son buenos... (si lo han hecho por los demás, se sobreentiende).
Un abrazo y felicidades por las buenas vibraciones de esta crónica.
Todo el mundo es bueno hasta que se demuestre lo contrario. Depende del cristal con el que miramos amigo José María, en las empresas hay unos protocolos de calidad para medir la eficiencia del producto según normativas europeas.
ResponderEliminarLa ciudadanía vemos debates en los medios, en donde se defienden posturas encontradas que condenan lo que dice el contrario. Y el público sabe que todo se hace siempre de cara a la galería y a los votos: Todo el mundo es bueno, pero la ciudadanía de la calle necesitamos un control de calidad que purgue la morralla; Nos cuesta el dinero.
Un saludo amigo
Juan Martín
Muchas gracias amigos. La verdad, en ocasiones escribo con la boca chica, es decir, lo que me gustaría ser o hacer, pero que ni soy ni hago. En este caso concreto d ela bondad y el compromiso, creo ser gente buena, pero no llego al compromiso social del todo, quizás por comodidad, por falta de entereza. Hace años, consentí en dejar ir sola a la Peque a Guatemala en misión sanitaria, por no ser capaz de acompañarla en tan noble ejercicio. Soy un cagao.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cagao quizas en los hechos, con la pluma:lanzao.
EliminarElLeñero.